Las locas de la plaza que devolvieron la salud mental al pueblo

“Las locas de la Plaza de Mayo serán ejemplos de salud mental porque ellas se negaron a olvidar en tiempos de amnesia obligatoria” Eduardo Galeano

EL 24 de marzo se conmemora en Argentina el día de la Memoria, Verdad y Justicia. Fecha que recuerda el inicio del último proceso de terrorismo de Estado cívico-militar llevado a cabo en nuestro país en el año 1976, considerado por mucho, el periodo más doloroso de nuestra historia nacional debido a la crisis social identitaria, la desubjetivación y deshumanización del pueblo. Periodo que dio lugar a la reconfiguración de la sociedad y al surgimiento de nuevos actores políticos.

Las formas de violencia impuestas por las fuerzas que tomaron el poder, como la desaparición forzada de personas, la represión, tortura, la muerte, el robo de bebes y niños, el silencio, constituyen una violación severa a los derechos humanos, una violación a la integridad y a la salud mental del pueblo argentino. Las pérdidas de vidas humanas, vínculos familiares y emocionales, la imposibilidad de adaptación a la hostil realidad, aun en quienes no tuvieran algún conocido desaparecido, enmarca la letalidad del daño cometido durante el terrorismo.

Cartel realizado por grupo de alumnos y graduados de la Universidad de las Madres de Plaza de Mayo – Lic. Georgina Marcela Parente

Si bien el objetivo era económico finalmente, establecieron un modelo político que lo sostuviera para lo cual se propusieron eliminar cualquier grupo social que propusiera otra organización posible interfiriendo con sus planes, mediante los métodos más crueles y la violencia más extrema; la estrategia era clara: la división, el aislamiento, el terror. La desaparición de personas que no tenía un fin en sí mismo más que el adoctrinamiento, llevo a una escalada de abusos en todas sus formas, la impunidad de la violencia física y sexual para los detenidos y violencia psicológica de las más terribles para sus seres queridos, el no saber de ellos y no obtener respuestas… y el resultado social: “no te metas o te puede pasar lo mismo”.

Los desaparecidos, podían ser desde militantes de agrupaciones políticas hasta individuos que compartían la cotidianidad con ellos, más allá de cualquier ideología se consideraba que podrían estar “infectados por ideas comunistas”, que en nuestro país se encarnaba en ideales socialistas y derechos adquiridos por el peronismo. Negándoles desde cualquier posibilidad de expresión, hasta la propia vida. Las familias de las personas secuestradas quedaban aisladas, ya sea por un mandato, por represión directa, por el trabajo persuasivo de silenciamiento de lo ocurrido, por vergüenza, miedo y hasta por culpabilización “algo habrán hecho”. De este modo se cortaban los lazos de solidaridad, pertenencia, identificación, participación e inserción social, logrando la deshumanización del pueblo como tal.

Las madres, a quienes hoy reconocemos en diferentes espacios como Asociación Madres de Plaza de Mayo, Línea fundadora y Abuelas, fueron rechazadas una y otra vez en todos los ámbitos donde se acercaban a reclamar por sus hijos: dirigentes políticos, fuerzas armadas en el poder y de seguridad, la policía, los medios de comunicación, en la mayoría de las iglesias, la sociedad misma las rechazaba, en sus propios ámbitos, sus vecinos y conocidos; fueron pocos los espacios de recepción y contención para ellas. Negaban su búsqueda, negaban su reclamo, cuestionaban su propia percepción de la realidad, eran “las locas”, y de modo aislado seguramente ese hubiera sido su destino; sin embargo, el único rol que no se les negó fue el políticamente aceptado, la maternidad: esas mujeres debían estar al cuidado de sus hijos y se las culpabilizaba por el destino de ellos, fue por esto y  desde allí, desde su rol socialmente establecido de la maternidad protectora,  donde surge un proceso de resignificación de su identidad, un proceso que como ellas mismas denominaron es de socialización de la maternidad.

Una nueva maternidad surge como proceso autopercibido colectivamente en el encuentro con las experiencias de otras madres en similares situaciones, esta maternidad socializada que reclamaba no solo por su hijo o hija sino por todos, este empoderamiento del rol maternal, trasciende el cuidado en el ámbito privado y hogareño. Dentro de una estructura sumamente tradicionalista que buscaba la institución familiar como modelo impuesto, surge en respuesta la maternidad como sujeto político para interpelar la realidad. Esta hiperbolización de la maternidad, encabezó principalmente los ideales por los cuales se llevaron a sus hijos: la lucha contra la opresión del sistema. Esto por supuesto, no podría lograrse desde el individualismo, esta socialización de la maternidad como acto político, fue el jaque al terrorismo de Estado, fundamentalmente porque desde el intento sistemático y repetido por desvalorizar su lugar social de mujeres y madres, identificándolas al sentimentalismo como carácter negativo e innato de la feminidad, fue justamente lo que logro la socialización que no solo desafió los preconceptos de la maternidad, sino también todos los roles y estereotipos de la estructura social, la institucionalidad, los poderes y hasta el propio sistema capitalista.

Este proceso no concluye con el regreso a la democracia, sino que se abrió diversos caminos, en la restitución de los bebes, niñas y niños robados de estas familias, en la construcción de espacios educativos y universidades para mantener viva la memoria, pero fundamentalmente en la salud mental del pueblo, porque esas “locas” pusieron palabras al siniestro de lo no dicho, dieron luz sobre tanta oscuridad, pusieron nombres a los más de 30.000 detenidos-desaparecidos devolviéndoles su identidad y dignidad; permitieron la resubjetivación mientras transformaban la realidad, construyendo nuevos lazos intersubjetivos y con el mundo a partir de la identificación individual y colectiva. La maternidad socializada de “las locas de la plaza” devolvió la salud mental al pueblo herido, negándose a callar, negándose a olvidar. Gracias a ellas conocemos nuestra historia, la que nos quisieron negar, la que se manifiesta en cada lucha, en cada valentía, cada vez que gritamos contra las injusticias sociales, y cada vez que nos organizamos porque sabemos que “solo no se salva nadie”.

Las madres se iban encontrando en la puerta de cada comisaria, cada hospital, cada ministerio, al que concurrían en busca de sus hijos; comenzaron a reconocerse. Decidieron no andar solas el doloroso camino. 
se juntaban frente a la casa rosada, pero no se permitía el encuentro de personas en la vía publica, por lo que en aquella plaza un policía les grito "circulen" y allí comenzaron a marchar al rededor de la pirámide de la Plaza de Mayo, de dos en dos, solo las mujeres madres, en representación de todos los familiares en búsqueda. primero fueron los sábados, pero casi no había gente los fines de semana y su objetivo era la visibilizacion de su situacion, lo corrieron a los martes, pero era el día denominado esotéricamente de brujas, por lo que finalmente se establecieron los jueves y hasta el día de hoy están de pie circulando como cada semana, cuidando la democracia y la memoria.
Asociación Madres de Plaza de Mayo en la ronda de los jueves- 2012 – Lic. Georgina Marcela Parente

Por Lic. Georgina Marcela Parente

Deja un comentario