Foto: UNAR AGENCY

En esta fecha emblemática de la lucha femenina, en la que millones de mujeres nos manifestamos a lo largo y ancho del planeta, es crucial sumergirse en la complejidad de la Violencia de Género, una sombra persistente en nuestras sociedades que encuentra sus raíces en estructuras sociohistóricas diseñadas para mantener un control jerárquico basado en el género, sistema patriarcal.

La Violencia de Género no se manifiesta como eventos aislados, sino como una herramienta legitimada para imponer poder. Originada en la estructura patriarcal, su objetivo es claro: imponer la voluntad del agresor sobre la víctima y sostener la autoridad masculina. Esta dinámica crónica y repetida exige una introspección profunda y un compromiso decidido para erradicar sus fundamentos.

A pesar de los avances en la redefinición de roles de género, el ámbito familiar sigue siendo un terreno fértil para la violencia: roles predefinidos, diferencias de género y edades contribuyen a la exacerbación de un problema que no distingue clase, afectando indiscriminadamente a cada sector de la sociedad y en todo el planeta. Del mismo modo ocurre en los ámbitos laborales donde estamos doblemente expuestas a la explotación y diferentes formas de discriminación, vulneración y abuso.

Mientras tanto, el imperante intento de comparación de la violencia que pueden sufrir mujeres y hombres se torna inverosímil, ya que la Violencia de Género destaca el abuso del poder socialmente otorgado a los hombres sobre las mujeres, infancias y personas mayores debido al rol social prestablecido en el entramado del sistema económico, entrelazado con otras variables sociales y culturales. Por lo tanto, la rigidez del patriarcado, resulta dañina para ambos géneros y la totalidad de la sociedad, pero legitima y perpetúa un ejercicio abusivo de la autoridad y el poder masculino.

El odio hacia las mujeres no es un sentimiento irracional, sino una respuesta coherente a una matriz socioeducativa impuesta desde tiempos remotos. Quienes desafían los roles establecidos sufren represalias, evidenciando que el problema no radica en odios individuales, sino en un sistema que subyace a nuestra conciencia social.

Asimismo, las instituciones, todas ellas regidas por estas estructuras patriarcales, complican a menudo la búsqueda de ayuda. La capacitación obligatoria sobre Violencia de Género, en Argentina impulsada por la denominada Ley Micaela, se erige como una herramienta vital para prevenir, detectar y abordar situaciones que persisten en la cotidianidad y en cada ámbito.

La Ley de Educación Sexual Integral, por su parte, ha emergido como respuesta clave para desmantelar los estereotipos, fomentar el respeto en los vínculos y fortalecer la autoestima. Por ello es fundamental defender su aplicación en cada rincón del país. La prevención efectiva demanda un compromiso colectivo en la transformación profunda de la cultura y la conciencia social, reconociendo que la lucha no es contra los hombres, sino contra un sistema que limita la libertad y la igualdad de acceso a los derechos, donde el Estado es principal responsable de tomar medidas que favorezcan la equidad y políticas públicas que plasmen dicha voluntad en pos de detener las violencias reales que son negadas y promover el desarrollo de ámbitos libres de violencia.

En este Día Internacional de la Mujer, la invitación es a reflexionar, actuar, y cuestionar las estructuras que perpetúan la desigualdad, discriminación y toda forma de  Violencia.

Lic. Georgina Marcela Parente