No solo el éxito dignifica la vida, disfrutarla también vale la pena

Estoy harto de los resultadistas mediáticos, disfrazados de expertos, insisten una y otra vez que lo único importante es ganar, ser primero. Sin desmerecer la meta lógica de cualquier competencia o emprendimiento, les pregunto: si solo interesa el resultado?, les dará lo mismo un asado a unas pastillitas para astronautas con gusto a molleja, les dará lo mismo una mujer deseada, que algún otro método que provoque la reproducción de la especie de forma más aséptica y silenciosa.

El abogado no solo lo es cuando gana un juicio, ni el médico cuando cura, ni el futbolista cuando mete 3 goles, lo son cuando juegan, defienden o atienden a un paciente .El Che fracaso en Bolivia y fue revolucionario hasta el tiro final. No solo somos padres cuando firmamos el boletín o vamos a un acto. Somos lo que hacemos, nos lleve a donde nos lleve, ganando, empatando o perdiendo. Seremos capaces de hacer un culto a la felicidad placentera de disfrutar lo que hacemos, sin cuantificarnos en ganadores o perdedores?

Sé que la competencia estimula, nos empuja,  pero no podemos perder la mirada de lo que hemos hecho, de la energía que depositamos en aquello en lo que estuvimos trabajando. En que termómetro mediremos la temperatura de la satisfacción, esta se camufla en miles de conductas y no reparte títulos de nobleza

Hoy el relato político intenta que sientas culpa. Los alumnos y estudiantes perdieron el año, la vieja frase del docente “no llegamos a terminar el programa” azuza el miedo a la ignorancia generalizada. Un país entero está en pánico porque sus alumnos que no han podido estudiar lo suficiente, se debate si se deben volver o no a las clases. Desde lo esencialmente pedagógico, las aulas presenciales son estrictamente indispensables e insustituibles. Ningún programa o desarrollo programático suplirá la palabra de una docente o el aporte de un compañero de curso, y sobre todo la excelsa sensación de pertenecer a algo.

Ser parte junto a otros pares de una experiencia formadora es enriquecedor de por sí. Aunque se quejen, los alumnos saben muy bien que ese lugar, no es de sus padres (muchas veces desesperados por esta exclusión), allí adquieren identidad, son reconocidos, son Gutiérrez ,Fernández o Rodríguez ,tienen nombre y apellido Las historias personales de cada uno, aunque condicionan el cómo se adapten, han de ser deglutidas por esa entelequia que se llama “Curso” y que se pone en movimiento todas las mañanas.

Resultadistas políticos del orden y de la vida reducida a una pequeña ficha de rompecabezas, insisten en recargar la mochila culposa de nuestra conciencia. Ya no alcanza con la religiosidad judío-cristiana, que instala una mirada omnisciente que nos escruta a cada segundo y emite veredictos instantáneos, que condicionan nuestros hechos futuros . Hoy se  apela a la razón, a ese pensamiento lógico de “no se gasta lo que no se tiene”, “la cultura no ocupa lugar” en resumen no se tienen aspiraciones que no nos corresponden .Por lo tanto carguemos con la culpa del año escolar perdido

La pandemia expuso la necesidad que cualquier proceso educativo tiene del encuentro. Sea con el docente o con el compañero. El maestro o Profesor es ordenador, sistematiza los conocimientos para que estos se encadenen en secuencias, que desarrollen ideas comparativas con nuevos encadenamientos. Los datos enciclopédicos aportan solo datos, eslabones de algo que si queremos se constituya en “Saber “debe tener contexto, historicidad y también cierto grado de cuestionamiento y duda.

Lo que está en discusión es la idea del éxito y a que llamamos así. No importa qué pasos estemos dando, lo desesperante es que ese éxito se esté atrasando un año, oh un caos social está a la frontera de la locura .Cual es el apuro?, a donde lleva esa terrible necesidad de que todo decante instantáneos resultados . Reconocer que un camino es la sumatoria de diferentes postas, es solo una cuestión de sentido común. La idea de proceso atenta contra la efectividad repentina y mágica que el nuevo concepto de utilidad desea instalar .El mismo alcanza a las personas, a las ideas, en resumen a todo. Cada eslabón de esta cadena es desechable si no cumple los objetivos de magnificar resultados.

.Es en el fútbol donde durante años la escuela técnica táctica de Carlos Bilardo, quien dirigió a nuestra selección campeona del 86, nos inculco un axioma: “el fin justifica los medios” o sea “Ganar”, acuno e instalo popularmente la idea del “Resultadismo”. Su contracara: La derrota, es un certificado de incapacidad extrema, no valoriza esfuerzos, solo mira la foto final, no tendrá en cuenta ninguna medida que le reconozca méritos al proceso .

Miles de microscópicos hechos se sumaron uno tras otro para generar los aciertos y los errores, todo en un momento dinámico y en un mundo donde nada es estático, ni siquiera una táctica de fútbol. La impronta triunfalista genera estados de angustia en los amantes del futbol. Cábalas, trampas disfrazadas de picardías, se justifican en pos del ansiado triunfo glorificador. Si esta es la única meta reconocible, para que prolongar el sufrimiento por 90 minutos, para que pagar sueldos a estrellas de futbol. Pongamos uno de cada equipo y que lo jueguen a los dados, a las cartas, a penales.

El juego es un espectáculo deportivo que intenta generar competencia y disputa, pero también goce con calidad y destreza. Hoy el regreso de técnicos que le exigen al triunfo, alguna superioridad deportiva para con el adversario, alimentan esa pasión irracional y masoquista, de la que todos disfrutamos, pero también de esa enorme alegría de saber que ganamos por lo que hicimos y porque no es permitido perder. Todo hincha sufre los últimos minutos, pero no todos disfrutan algunos de los  anteriores

Estoy harto de los triunfalistas, de los que achican la vida a esos míseros momentos, a los políticos que exigen un examen meritocrático para considerarnos dignos de ser ciudadanos con derechos. Tenemos que negarnos a ser suplentes que entran a la cancha solo cuando faltan 5 para hacer tiempo y que el partido termine. No buscamos hacer los caños de Riquelme, pero queremos jugar el partido y soñar que la gente aplaude y se emociona al ver como la pelota entra en un ángulo, de un chanfle a la carrera y en el aire.

Algo así como el éxtasis de miles de gargantas gritando juntas, perteneciendo a ese grupo de hinchas que sienten haber pateado también ellos esa misma pelota, clavada en la red y a minutos del final. Desconociendo un secreto bien guardado de las tácticas, de las miradas clasificadoras de periodistas avezados , la certeza circunstancial que ese gol fue solo una casualidad, que el delantero no apuntó exactamente a ese lugar, sino que solo jugó lo mejor que pudo y ese día ,por fin tuvo  suerte!!!!   

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