Porno-Internet, una nueva manera de entender la sexualidad (parte 1)

El consumo de producciones pornográficas en adultos jóvenes en Buenos Aires, Argentina, durante el aislamiento social y obligatorio por COVID19 (marzo – octubre 2020) se convirtió en una producción obligada a captar y seducir a una nueva escala de diversidad sexual, más específicas en su definiciones y a su vez más exigentes a esos contenidos que los intentan motivan   .

Zygmunt Bauman, en su libro “Vida de Consumo” (2007) define, “(…) el consumo es un hecho banal, incluso trivial. Todos lo hacemos a diario, en ocasiones de manera celebratoria (…) Pero la mayor parte del tiempo consumimos, de hecho, se diría que rutinariamente y sin demasiada planificación, sin pensarlo dos veces.”

El autor menciona que si lo reducimos a su forma más arquetípica, como un ciclo mecánico de ingesta, digestión y excreción, el consumo es una condición permanente e inamovible de la vida y un aspecto inalienable de esta, no atado a la época ni a la historia. Consumir es parte integral y permanente de todas las formas de vida.

Ahora Bauman nos dice que si tomamos una forma de consumo considerada típica en un periodo específico de la historia, esta se puede describir como la modificación de una versión anterior. Entonces en este campo, se plantea que se sigue una regla de continuidad, hay un antes y después y son transformaciones de cantidad y no de calidad.

 El consumo desempeña un rol en las transformaciones humanas del “estar en el mundo”, y especialmente en la determinación de estilo de la vida social y en la canonización y elección de las relaciones inter humanas En el capitalismo el consumo es el motorizador de la rueda económica.

El llamado posmodernismo transformó en bienes de consumo todo aquello a lo que puede poner un precio. La cultura, sea audiovisual o gráfica, se estandariza y se produce dentro de una cadena pensada para una consumo masivo en lo que definimos como “mercado”. El parámetro del sistema es lógicamente la generación de ganancias, pero muchos aspectos son cooptados por esta forma de generar contenidos, cada vez más parecido a una línea de producción en una vieja fábrica industrial.

El consumo y sus actividades relacionadas, a su vez, estimulan la producción de determinadas materias primas, que son las que serán convertidas en productos a consumir, adaptándose a las distintas formas de vida en el entramado de relaciones humanas. La brecha entre la producción y el consumo se fue extendiendo y fueron reguladas por instituciones independientes. Así se llegó en la historia a un punto de quiebre llamado “revolución consumista”, donde el consumo pasó a ser consumismo, ósea, parafraseando a Campbell, este se constituyó en actor importante, por no decir central, en la vida de la mayoría de las personas. En algunos casos su centralidad es casi constitutiva de la misma existencia. Si quisiéramos encontrar una explicación psicoanalítica: se trasforma en el “objeto del deseo”, aquello que se busca constantemente como un mandato inconsciente hacia donde impulsar el deseo.

El autor así nos dice que los cambios en los productos de consumo, impulsados por el consumismo, es un artificio del propio sistema para colocarnos “la zanahoria siempre un poco más lejos”. Siempre abra algo nuevo y como los consumidores ya generaron lo que se llama hábito, que es una conducta que se repite en ciclos reiterativos, irán tras ello.

Entendiendo de este modo a lo que vemos como hábito de consumo, nos referimos en este trabajo a uno de esos hábitos como uno de los grandes tabúes de la sociedad, El consumo de producción pornográfica.

Fernando Muñoz identifica tres dimensiones distintas que integran el complejo fenómeno de la pornografía:

la imaginación pornográfica,

la imagen pornográfica,

 la industria pornográfica.

La imaginación pornográfica es el receptor de la imagen pornográfica producida por la industria pornográfica

La etimología del termino pornografía remite a un “escrito referente a las prostitutas”, pero la palabra no fue empleada hasta el siglo XVII, cuando se utilizó para hacer referencia a las representaciones explícitas de los órganos o los actos sexuales.

Actualmente, podemos encontrar diferentes definiciones sobre que es la pornografía. Según Nathawat y Menon , la sociedad y el sexo generalmente mantienen una relación tensa entre sí, lo que lleva a que los estudios sobre pornografía se enfrenten a un sinnúmero de dificultades. También afirman que en la actualidad estudiar la pornografía se ha convertido en un factor importante, debido a que esta se ha transformado en una guía de las fantasías sexuales, también de la excitación de las personas, normalizadora de la sexualidad y de fuente válida de aprendizaje para quienes la consumen. 

Negashn, Sheppard, Lambert y Fincham (2016) definen la pornografía como: “material sexualmente explícito.”

La definición más popular es la que nos muestra la Real Academia Española (R.A.E), quién define la pornografía como la “Presentación abierta y cruda del sexo que busca producir excitación”.

En contrapunto con esta definición, Campero la define como; “todo material, ya sea gráfico, audiovisual, literario, etc., que se determina principalmente por el efecto subjetivo que provoca, es decir por lo que interpretamos y sentimos sobre lo que estamos percibiendo o sea la define desde el receptor-consumidor de la misma   

Hace algunos años el tema de la pornografía ha comenzado a ser cuestionado, si bien con las nuevas posturas del femenino en la exploración del placer, la masturbación, la sexualidad y su rol en el sexo, son temas que han sido reivindicados, el  viejo porno como una estructura y temática estereotipada y ancestral, comenzó a ser limitado. Hoy se puede hablar de porno feminista, transfeministas, queer, posporno, nuevos proyectos pornográficos que buscan producciones distintas a la tradicional, más inclusivo, menos violento, más humanizado.

Las sociedades del mundo, incluida la argentina, debieron recluirse en sus casas y mantener distancia y el contacto entre personas, para evitar contagios, durante el periodo de cuarentena. Pero en este contexto de aislamiento la libido no desaparece, cambia, y altera como tramitamos nuestra sexualidad, el deseo se ve modificado.

El porno no quiso quedar fuera de esto, así es como en marzo “Pornohub”, el sitio de porno más visitado del mundo, dio libre acceso por un mes a todo su contenido Premium, para ayudar a respetar la curva de contagios. Tal fue el éxito de esta maniobra que solo 48 horas después la empresa registró un 24,4% más de visualizaciones.

La demanda creció considerablemente en el grupo femenino. Su interés en las nuevas producciones pornográficas encontró un abanico de ofertas capaces de seducir las diferentes miradas y así integrar a un público que no se estimulaba con los contenidos anteriores. Este quedaba recortado en su construcción creativa, de prototipos y situaciones reiterativas y desgastadas, en una segregación estigmatizante de la verdadera diversidad sexual.

Así es que la pornografía en pandemia no solo es una cuestión de cantidad, sino que se ha habilitado la reflexión sobre los contenidos que queremos ver. Podemos partir de la premisa que Internet abrió el acceso de la misma de forma indiscriminada, generando nuevos hábitos y en consecuencia nuevas conductas sociales.

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