Consultorios del Terror: Pedofilia Hospitalaria
El pediatra Ricardo Russo era jefe de inmunología y reumatología infantil desde el año 2009 en el hospital Garrahan, cuando fue condenado por pedofilia a 10 años de prisión e inhabilitación perpetua, a fines de noviembre del 2018. La Policía de la Ciudad lo detuvo en la playa de estacionamiento del mismo hospital por orden de la jueza María Alejandra Doti, acusado de distribuir y comercializar pornografía infantil.
Luego de una extensa audiencia se le dictó la prisión preventiva, imputándolo por tenencia de material prohibido con fines de distribución y producción. Ni bien trascendió el hecho, desde el Hospital Garrahan desplazaron al médico.
Ni la condena social, ni el escarnio mediático lo movieron de su postura. Como si estuviera dando un diagnóstico pensado y estudiado hablaba pausado y sin emoción en oportunidad de declararse inocente frente a la justicia. El material desplegado fueron casi mil fotos y videos de chicos forzados a realizar actividades sexuales explícitas y en su precedencia. Sin embargo los laberintos de la mente tienen lugares donde algunos logran esconder hechos y sentimientos y Russo pareció no sentir ninguna culpa. La red detectada en dicho procedimiento alcanzó las 50.000 personas
La justicia confirmó la condena otorgándole una pena de 8 años y 6 meses de prisión
A Osvaldo Delgado, profesor titular de la materia Psicoanálisis de la Facultad de Psicología de la UBA, no le sorprende la posición negadora en casos como el de Russo y hace referencia a las características generales de los pedófilos
“La pedofilia es un síntoma de la perversión, igual que el sadismo, el masoquismo, el exhibicionismo y el voyeurismo. La persona con rasgos de perversión puede saber que es un delito lo que hace, que está penado o que hay una condena social, pero no lo angustia. Entiende que hay un conflicto, pero a él no le afecta en lo más mínimo. No hay límite ético, ni del amor, ni tampoco del deseo”.
La modificación al Código Penal del artículo 128, introducida en el año 2018, sanciona con penas de 3 a 6 años la “simple tenencia” de material pornográfico infantil. Anterior a esto, solo se penalizaba la producción y distribución, y solo se reprimía si era con fines de comercialización, pero no la tenencia del mismo para uso privado
La tecnología facilitadora
Muchas veces la producción de este material pornográfico se ve facilitada por el acceso a cámaras de celulares y computadoras portátiles. Quizás nos cueste aceptar esta perversión sexual, que de hecho, esta mucha más expandida de lo que los medios exponen. Hay países donde estas prácticas son un atractivo turístico y donde la niñez está totalmente desprotegida.
Una red mundial de pedófilos es mucho más activa hoy, por la interconectividad que las redes le posibilitan y multiplican, que por los deseos de aquellos que las manipulan. No es la accesibilidad a los niños, sino quien se acerca a estos. Los pedófilos son expertos manipuladores, su cinismo esta vestido de amabilidad, gentileza y calidez, hasta que su mirada se impregna de sexualidad y transforma a ese niño en objeto de deseo.
El psicólogo Jorge Corsi, profesor universitario y escritor de libros en temas de violencia familiar, fue detenido en el año 2008 como parte de una red que filmaba y compartía, el abuso explícito de menores. Esos mismos que sus padres le levaban a la consulta. El profesional fue finalmente se declaró culpable y cumplió tres años de prisión. Hoy está en libertad, solo puede trabajar de remisero y sigue siendo una persona peligrosa
Existen abusadores y pedófilos camuflados de maestros, médicos, peones rurales, gerentes o padres y son solo una parte más del entorno del chico. Solo a él, en el momento que lo seleccionan como víctima, le darán indicios de su perversión. Están a la vuelta de cualquier lado, caminan, conviven, trabajan y comparten socialmente, diversas actividades en los ámbitos en que se desenvuelven.
Abuso y poder
Violar niños, filmarlos, fotografiarlos y exponerlos a lo público (compartir en una red por la vía que sea) tiene que ver con ese histórico poder absoluto del adulto sobre el niño. Hacerlos meros objetos de satisfacción, (vía masturbación, fetichismo, penetración o manoseos) es una de las facetas de ese poder. La infancia es indefensa y sobre todo frente a imágenes, figuras o roles como lo puede ser un médico. Este recibe un acatamiento casi absoluto a sus indicaciones y pedidos. Las conductas de los niños y padres están imbuidas de una confianza en ese “saber”, que la figura del profesional médico ostenta.
Un paciente es un sujeto, no un objeto. Esto debería ser el parámetro con la que se mide al que llega a la consulta médica. Clínicas que actúan de forma corporativa, mayormente protegen, ocultan y se limitan a no ver estos delitos. Siempre bajo la consigna de no ensuciar la reputación del establecimiento.
Un pedófilo no comienza su actividad de un día y para otro. Transcurren años de desarrollo de su patología y sus estrategias, que están ahí, se pueden detectar en computadoras, en las palabras, en fotos, en actividades compartidas, muchas veces silenciadas por un entorno que no las reconoce o las calla y las silencia
Como pacientes, necesitamos confiar en la medicina y en quienes la ejercen. Los niños no ingresan solos a una consulta o a una guardia, siempre lo hacen acompañados de un adulto o mayor. El sistema médico en primera instancia, los asusta y coloca en un lugar de debilidad.
No está probado, por ahora, que el pediatra Russo tuviera facilidades o complicidades para filmar o fotografiar a los niños en las consultas dentro del hospital. Sabiéndose investigado, continúo con su rutina diaria de médico, en su lugar de trabajo. Disfrazado de blanco, estuvo agazapado y al acecho en cada consulta y frente a cada niño que lo visitaba.
Russo, de 57 años, llevaba 23 como médico del Hospital
Lo que debemos poner en debate es la baja efectividad en su localización y penalización. También el hecho mismo de su concepción entre nosotros como sociedad. Tener que naturalizar estas conductas es difícil de aceptar, pero las patologías de la conducta son innumerables y están en sintonía con la propia capacidad humana de imaginar nuevas situaciones. Muchas de estas no reconocen diferencias, entre la obtención de un enfermizo placer propio y el sufrimiento no consensuado del otro.
Entre las pruebas para su detención, se encontraron 220 imágenes tomadas en lugares públicos con el foco en los genitales de niñas y videos de pornografía infantil, distribuidos a través de la red de archivos Mule. Esta exposición llevó a la agencia de seguridad norteamericana Homeland Secyuruty, hasta el médico argentino.
Durante la investigación se llevaron a cabo 40 allanamientos en todo el país. El propio domicilio y la oficina particular del ex pediatra fueron exhaustivamente allanados. Una computadora contenía al menos 100 imágenes, algunas eran de niñas de entre 3 y 7 años desnudas.
El ex pediatra fue inhabilitado para ejercer la medicina de por vida