40 años de democracia, negacionismo y discursos de odio.
Por Lic. Georgina Marcela Parente
A 40 años de democracia, Argentina se encuentra en un momento de profunda reflexión sobre su identidad y el rumbo político que ha tomado. La reciente consolidación de una fuerza política -LLA-que ha ganado la atención de casi el 30% de la población, nos interpela y nos lleva a cuestionarnos sobre los debates necesarios en la sociedad y las prioridades que deben abordarse.
Este porcentaje, que representa a millones de personas, se ha identificado con un partido político que ha protagonizado un discurso marcado por la agresión, discriminación y la denigración hacia diversas comunidades y sectores de la sociedad. Los mensajes de odio explícitos dirigidos a mujeres, a la diversidad cultural, a la diversidad de género, a personas con discapacidad y a todas aquellas personas que piensan de manera diferente, han sido motivo de preocupación y debate en el país.
¿Qué ocurre en una sociedad cuando una parte significativa de la población elige a representantes que han expresado discursos basados en la agresión y ofensa?
Este fenómeno nos insta a examinar de cerca de la salud de nuestra democracia, a analizar las divisiones que existen en nuestra sociedad y a preguntarnos qué tipo de liderazgo político necesitamos en un mundo cada vez más diverso y globalizado. También nos lleva a interpelar la salud emocional y mental de las personas que se identifican con este espacio político, a través de sus mensajes sumamente agresivos tanto en el modo como en el contenido. La democracia se basa en la participación y el respeto por los derechos y las opiniones de todos los ciudadanos, independientemente de su origen, género, orientación sexual o capacidad.
Es esencial reconocer que actualmente, un sector de la sociedad experimenta un profundo desencanto hacia la política y sus representantes, y se identifica con un discurso “anti-casta” promovido por este espacio político, a pesar de ser una contradicción en sí misma. Dicho espacio desacredita cualquier forma de participación formal o ciudadana, excepto la que ellos mismos practican. No obstante, debemos recordar que la política es la herramienta fundamental para la construcción ciudadana y democrática. El Estado, a través de sus instituciones, desempeña un papel crucial en la regulación de los recursos y las relaciones dentro de una nación, los discursos que buscan deslegitimarlo no solo son falaces, sino que también tiene un impacto sumamente perjudicial en la convivencia social.
Esta realidad nos plantea interrogantes aún más profundos sobre la coherencia de las políticas en general, pero con foco específicamente en las económicas, que promueve esa facción y afectan directamente a la vida de los ciudadanos. Frente a propuestas donde los derechos adquiridos en el ámbito laboral están amenazados, y donde se contempla la posibilidad de reducir el acceso a servicios de salud y educación, pilares históricos de Argentina, resulta sorprendente que un segmento considerable de la población respalde un enfoque político que va en contra de estos principios fundamentales. La disonancia entre estos discursos y las necesidades cotidianas de los ciudadanos merece un análisis sobre la percepción de las medidas políticas y la comprensión acerca de su impacto en la vida cotidiana de las personas.
Ante este panorama nacional, los analistas sociales, los defensores de los derechos humanos, los profesionales de la salud y de diferentes disciplinas humanas compartimos la preocupación, ya que sin importar el resultado electoral, todos perdemos en un contexto en el que una elección democrática involucra la difusión de mensajes de odio, agresiones explícitas y amenazas que socavan lo que hemos construido comunitariamente y la integridad de las personas. Es importante señalar, que este espacio político, también niega nuestra historia desde una postura entre negacionista y legitimadora del terrorismo de Estado y todo el padecimiento que este ha provocado. Nuestra lucha y construcción histórica no deben ser ignoradas, ya que han sentado las bases para una sociedad más inclusiva y justa, para constituirnos en el país que hoy es un ejemplo en materia de derechos humanos y acceso a ellos.
A medida que continuamos debatiendo y explorando el camino a seguir, es esencial recordar que la democracia se basa en el diálogo, la empatía y la búsqueda de soluciones conjuntas. Cada ciudadano tiene un papel que desempeñar en la construcción de una sociedad inclusiva y respetuosa, y esta voluntad se expresa fundamentalmente a través del voto.