Día Mundial de Prevención del Suicidio: Un Enfoque Integral que Va Más Allá del Entorno Familiar
El 10 de septiembre se conmemora el Día Mundial de Prevención del Suicidio, una jornada dedicada a la concienciación y a la importancia de tomar medidas para prevenir una de las principales causas de muerte a nivel global.
El suicidio es la décima causa de muerte en el mundo, concentrando el 50% de las muertes a nivel global, afectando especialmente a personas de entre 45 y 65 años, y es la principal causa de muerte en adolescentes. Cada año, por cada suicidio consumado, se estima que hay 25 intentos no concretados, lo que destaca la magnitud y complejidad del problema. Estadísticamente las mujeres realizan más intentos pero los varones presentan más muertes por suicidio.

El enfoque integral para la prevención del suicidio abarca múltiples aspectos neurocientíficos, psicosociales y terapéuticos. Desde el punto de vista neurobiológico, nuevas investigaciones han señalado que el suicidio es una especie de “hackeo” del propio sistema vital del cuerpo. Normalmente, el sistema nervioso está diseñado para garantizar nuestra supervivencia; sin embargo, se ha descubierto que los niveles de ciertos neurotransmisores en áreas críticas del cerebro, como el locus coeruleus y el área Tegmental ventral, pueden verse alterados en personas con tendencias suicidas. Estas disfunciones pueden afectar la capacidad del cerebro para cumplir su función básica de preservación de la vida.
Pero el suicidio no puede ser abordado únicamente desde lo neurológico. En el ámbito comportamental, se entiende como una respuesta desesperada ante un sufrimiento extremo.
Es crucial entender que, más allá de las razones subyacentes, la prevención del suicidio requiere el apoyo de profesionales especializados. Si bien el afecto y la contención familiar y social son esenciales, a menudo no cuenta con las herramientas necesarias para abordar estas crisis de manera adecuada. Muchos de los factores detrás del suicidio están más allá del control o comprensión de los allegados.

Por ello, frente a las tasas de suicidio alarmantemente altas, es imperativo desestigmatizar el tratamiento terapéutico psicológico y psiquiátrico. La intervención profesional no solo es necesaria, sino que puede salvar vidas.
No obstante, no podemos ignorar el impacto del contexto social, cultural y económico en el incremento de las tasas de suicidio. La creciente precarización laboral, la pérdida de derechos y la inestabilidad e incertidumbre, sumado a la falta de proyectos de vida y oportunidades de superación, son factores que contribuyen significativamente al deterioro de la salud mental. El malestar social generado por un entorno hostil y las crecientes desigualdades económicas intensifican la desesperanza y la desmoralización en amplios sectores de la población.
El suicidio, puede ser el resultado de un conjunto de circunstancias que exceden lo meramente individual y que reflejan problemas estructurales más profundos. El contexto y coyuntura sociopolítica que atravesamos no favorecen el bienestar ni la integración social, dejando en muchos casos a las personas aisladas y sin un sentido o propósito de vida ni posibilidad de mejora y sin respuestas o apoyos institucionales.
Por lo tanto, es vital que los profesionales y sistemas de salud mental incluyan un enfoque integral que tenga en cuenta también el impacto de las circunstancias socioeconómicas de cada persona y brinden apoyo adecuado para contrarrestar los efectos negativos de un contexto tan adverso.
En conclusión, la prevención del suicidio no es solo una cuestión individual, sino también una responsabilidad social y Estatal que exige políticas públicas y cambios estructurales que permitan a las personas proyectar un futuro viable y satisfactorio.
