Concientización y prevención del suicidio
Somos seres socio-afectivos y nuestra brújula interna son las emociones, siempre tendemos al placer y al disfrute, pero no siempre el contexto lo posibilita. Por otro lado, somos sujetos sujetados por condiciones concretas socioculturales que modelan nuestros comportamientos tanto como nuestros pensamientos y este impacto del mundo externo determina nuestro mundo interno.

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El día 10 de septiembre se ha declarado día internacional de visibilización de la problemática del suicidio.
La OMS define el suicidio como el acto con resultado letal realizado por el propio sujeto. Desde las últimas décadas, hay más de 1 millón de suicidios anuales aproximadamente en el mundo, una de cada 100 personas se suicida y estos hechos ocurren cada aproximadamente 40 segundos. El 90% atravesaba un trastorno mental como consecuencia de una situación psicosocial traumática cuando tomó la decisión -O fue tomado por la decisión ya que nuestras decisiones se encuentran fuertemente condicionadas por una consecución de vivencias incorporadas y comprendidas de modos particulares que conforman nuestras subjetividades-.
Si bien no cualquier persona puede dar el paso definitivo -en la activación del circuito de la toma de decisiones- para concretar un suicidio, el abordaje de la depresión o de cualquier problemática que incluya padecimiento psicosocial, debe tenerlo presente como posibilidad, debido a que si bien existen personas con sintomatologías claras dentro de diferentes tipificaciones de la depresión o trauma psicológico, hay muchas personas que no llegan a demostrar sintomatología o factores de riesgo previamente -más allá de la situación visible que puedan estar atravesando-. Aquí radica la importancia de visibilizar esta problemática mundial.

El suicidio no se presenta para la persona que lo realiza -o intenta- como un hecho perjudicial, por el contrario, generalmente surge como una ideación que representa una respuesta o una resolución del padecimiento que atraviesan, su motivación esta puesta en terminar con un sufrimiento psíquico que les resulta intolerable. Entonces, esta ideación, se presenta como única opción para resolver aquello que los atormenta.
Somos seres socio-afectivos y nuestra brújula interna son las emociones, siempre tendemos al placer y al disfrute, pero no siempre el contexto lo posibilita. Por otro lado, somos sujetos sujetados por condiciones concretas socioculturales que modelan nuestros comportamientos tanto como nuestros pensamientos y este impacto del mundo externo determina nuestro mundo interno.
Por supuesto que existen factores de riesgo preponderantes contextuales, ya sean abusos, discriminación y hasta enfermedades congénitas o adquiridas, pero también contamos con factores de protección, estos son principalmente las redes vinculares. Así como la deprivación sensorial durante la infancia y desarrollo, obstaculiza nuestro desarrollo tanto emocional como cognitivo, y la falta de experiencias placenteras afectivas nos expone a vínculos abusivos o la denominada indefensión aprendida, las experiencias positivas -en cualquier momento de la vida- pueden brindarnos herramientas para el afrontamiento de las vicisitudes de la vida cotidiana y aun para las situaciones más trágicas que nos toquen atravesar. La incorporación de vínculos empáticos y cooperativos favorece nuestra salud psicofísica, por ello el desarrollo de habilidades sociales, es una estrategia de afrontamiento protectora por excelencia.
Justamente el suicido es un acto impulsivo, una falla en los mecanismos de afrontamiento y supervivencia, acompañado por fallas en los mecanismos dopaminérgicos de placer, sin embargo este es un punto contradictorio, ya que poca evidencia ha ubicado en un lugar central el comportamiento dopaminérgico -circuito de placer- y si bien este se ve disminuido durante el desarrollo de estas conductas, también puede verse disminuido en personas que atraviesan situaciones problemáticas pero no tienen ideas ni intenciones suicidas, por ello, estos hallazgos no pueden postularse significativos científicamente, a pesar que lo consideremos fundamental terapéuticamente debido a que el buen funcionamiento del circuito de placer es un factor protector.
Aun no se conocen mecanismos específicos, pero se han realizado vastos estudios que revelan alteraciones en el metabolismo de la serotonina, también se han detectado modificaciones en el tálamo que es el área integradora de los estímulos externos percibidos y mecanismos biológicos hereditarios. Las modificaciones químicas detectadas en el cerebro, son correlativas a las encontradas en pacientes con cuadros de depresión mayor. Sin embargo el padecimiento es subjetivo así como lo es el afrontamiento del mismo, y esto es sumamente dinámico, por ello mismo insistimos que en el foco terapéutico se debe considerar siempre el riesgo de esta posibilidad. Aquí resultan fundamentales las campañas de concientización al respecto, así como espacios preventivos del padecimiento psicosocial en cada espacio escolar y laboral. Una persona que se siente escuchada y acompañada reduce significativamente el riesgo de cometer o intentar cometer el suicidio, debido a que los vínculos sociales ayudan a regular nuestros procesos neuro-hormonales, favoreciendo el bienestar psicológico.
Antiguamente se relacionaba exclusivamente a personas que sufrían trastornos mentales como justificaciones de estos actos, siendo el trastorno mental una condición determinante de la persona, un diagnóstico estático. Actualmente cuando nos referimos a trastornos mentales, lo hacemos como situaciones dinámicas cambiantes que todos podemos atravesar en algún momento de la vida y de comprensión contextualizada, por lo tanto con posibilidades de modificación.