Violencia de género, la pandemia invisible

Emilce está viva, lastimada sí, pero viva; en cambio Noelia está muerta. Las dos tucumanas, una de la capital y otra del interior de la provincia. Ambas padecían violencia de género, en todas sus formas. Las dos tuvieron que remarla al tratar de denunciar y rogar protección policial. Como las enfermedades: la educación nos lleva a una detección precoz, aliada insistutible de cada mujer que padece esta pandemia invisible para muchos ojos como para otros que miran para de reojo, a sabiendas.

¿Podríamos analizar por qué, como evitar estos desenlaces, cómo darnos cuenta en dónde está parada una mujer en estas circunstancias y salirse? Sí, podemos, nos los va a explicar Georgina Parente, Licenciada en Trabajo Social, Psicóloga Social y Neuropsicoeducadora.

Una de las consultas, la que quizás no te animás a hacer porque la vergüenza es ese paredón que nos frena, en variadas ocasiones es: ¿Cuáles son las situaciones que deben ser observadas para saber si se trata de Violencia de Género? El qué te hace dar cuenta si sos parte de esta pandemia.

“La violencia de Género hace referencia a cualquier forma de conducta abusiva de imposición de la voluntad del agresor sobre la de la víctima, debido a categorías de jerarquización socioculturales, principalmente el género y edad de las personas. Pero para diferenciarlo de otros modos de agresión hay que tener en cuenta la intencionalidad y el beneficio que el agresor busca obtener”, nos explica Parente al respecto, especialista, entre otros temas, en Violencia de Género y Maltrato y Abuso Sexual Infantil.

Lo que es indispensable conocer es que, tal lo dice la experta “la violencia de género no es un fin en sí misma, es decir que la persona que ejerce violencia no está buscando “ser violento” sino imponer su voluntad por sobre la de otra u otras personas, su poder y esto se corresponde con la estructura social patriarcal que organiza los vínculos sociales y jerarquiza a las personas”.

Es lógico analizar que bajo este panorama – socio-histórico- que: “el varón posee más poder que mujeres, niñas y niños y ancianos. Este poder se legítima educativamente y existen múltiples dispositivos culturales, creencias, mitos, que lo sostienen, pero ello no quiere decir que todos vayan a ejercer abuso de este poder por sobre otras personas”, describe Georgina, mientras destaca que son roles asignados socialmente, estereotipados.

“Para definir una situación como violencia debe presentarse: de manera crónica, repetida o periódica de modo de poder diferenciarlo de un acto agresivo que puede estar condicionado por una situación específica y si bien debe ser intervenida y sancionada, no ha constituido una dinámica; de todos modos frente a un evento de maltrato, aunque sea de forma aislada, este hecho es capaz de modificar el vínculo, es decir, podría pensarse como una demostración de quien tiene el mando en la relación y simbolizar una lección para futuras discusiones”. Considerando que es una problemática transversal a todas las categorías sociales -consumo problemático, vulneración de derechos, patologías psicosociales en general.

Hasta aquí sabemos qué es y cómo se manifiesta, pero cuáles son sus formas: ¿Qué tipos de Violencia de Género hay?

La violencia puede manifestarse de diferentes formas:

Violencia física: es aquella que se inscribe en el cuerpo, dejando huellas en él, visibles o invisibles, ya que la significación en quien la sufre esta presente más allá de lo que los demás puedan ver. No es exclusivamente el golpe, incluye cualquier contacto no deseado corporal que genere daño en el cuerpo y en la autovaloración. Desde empujones, pellizcos, tirones de pelo, zamarreo, topes corporales, patadas, puñetazos, cachetadas, escupidas, hasta mutilaciones o el femicidio o asesinato de otros miembros de la familia.

Violencia sexual: cualquier acto del orden sexual realizado en contra de la voluntad de la mujer, incluyendo las formas coercitivas. Estas van desde comentarios o insinuaciones que incomoden y dañen la integridad de la persona, forzar a realizar acciones que no desean aún dentro del matrimonio o pareja, la agresión y/o humillación sexual, la exposición forzada, la negación a tomar medidas de protección, hasta la violación propiamente dicha.

Los daños son muy severos, afectan la salud bio-psico-social y las consecuencias pueden ir desde la angustia y depresión, o el coraje y deseos de venganza, hasta culpabilidad, fobias e intentos de suicidio.

Violencia ambiental: la destrucción de objetos de valor afectivo, dañar mascotas, plantas, el espacio donde habita la victima; para generar daño emocional. También generar miedo a través de golpes en paredes, portazos, etc. “a vos no te hice nada” expresan los agresores de estas modalidades, sin embargo, es una forma de imponerse sobre la otra persona a partir de una conducta amenazante.

Violencia económica- patrimonial: es el control de los recursos económicos. Control de cómo se distribuye y gasta el dinero, independientemente de las actividades que cada uno realice y si se encuentran en convivencia. Puede ser desde la tenencia de los ingresos salariales, hasta la limitación de los recursos económicos destinados a la satisfacción de las necesidades básicas. Todo esto a través de mecanismos de justificación.

Violencia emocional- psicológica: esta modalidad acompaña a todas las demás formas de violencia. Sin esta, las demás no podrían instalarse, es la más difícil de detectar por su mecanismo de naturalización mediante mitos, estereotipos, imaginarios, etc. Genera descredito y menosprecio personal, lleva a la desvalorización de la propia percepción de la realidad. Es a partir del aislamiento, la descalificación, las críticas, las humillaciones, la hostilidad, la indiferencia, la intimidación, las amenazas, las burlas, la ridiculización, etc.

Entonces, hablamos de: ¿Odio hacia la mujer o cuestión Patriarcal?

Para Parente “son dos aspectos interrelacionados”. El Patriarcado es un sistema hegemónico y unidireccional y consta de estructuras rígidas y dicotómicas, que logra la dominación a partir de mecanismos de auto-designación de roles y jerarquías. Cualquier modificación es percibida por el varón como un riesgo de la pérdida de poder y autoridad.

“Desde el imaginario social, el mundo consiste en actividades y los roles son la regulación de tales comportamientos. Esto se legitima a través de normas sociales, pero su incumplimiento acarreará juicios de valor, que resultan herramientas muy efectivas para la modelación de los sujetos en el entramado social.

La eficacia de estos procesos se hace visible, se los internaliza de tal modo que se repiten y establecen aun en la creencia de haber sido una elección propia. No se cuestionas los quehaceres y se naturaliza el desarrollo en la cotidianidad a partir de lo aprendido. Por todo esto, podemos entender que el odio hacia las mujeres no es -como se suele creer- un odio irracional, sino que responde a una coherencia socio educativa e institucional que nos inculcan desde el comienzo de la organización social tal y como la conocemos. Ese odio que muchas personas poseen no puede ser descontextualizado, arrastra una matriz de conocimientos socio -culurales que se corresponde con la organización social y económica.

No sé odia a “la mujer”, sé odia solo a aquellas que no encajan en el modelo preestablecido, aquellas que intentan o se jactan de tener un paso más de libertad, una cuota -por pequeña que sea- de decisión sobre su propia vida, siendo que ello puede afectar la estructura social -en los parámetros propuestos por la cultura hegemónica”

No sé odia a “la madre”, no sé odia a la “buena esposa”, no se odian las comunicadoras a las cuales se les ha otorgado la posibilidad de acceder a un puesto de poder simbólico a cambio de una bajada de línea permanente sobre el “deber ser” de la mujer -limpia, pulcra, delgada, depilada, abnegada, sufriente, silenciosa…-. Por otro lado, muchas mujeres con roles hegemónicos perpetúan el discurso de odio para con su propio colectivo”, determina.

Por esto es importante aclarar que no sé lucha contra la mujer ni el hombre hegemónico sino, que se lucha contra un sistema socio cultural y económico que obstruye libertades; en una sociedad dónde contradictoriamente se pide libertad para transitar, para comercializar, pero no para decidir quién ser.

Al respecto de lo expuesto, ¿Se puede prevenir?

Y en este apartado: tenemos que preguntarnos qué rol cumplen las instituciones y qué ocurre con las políticas destinadas a combatir esta problemática, tantas veces carentes de recursos y a merced de la buena voluntad del agente ejecutor de las mismas.

Las políticas Institucionales, los sistemas de Justicia, Salud, Educación y Seguridad, así como las organizaciones Sociales y otros sectores se regulan mediante las mismas normas y reglas; la mayoría poseen estructuras rígidas que pueden favorecer y hasta justificar la violencia como represalia para quien no respete el orden impuesto.

“La estructura patriarcal jerárquica, rige también en estos espacios a donde una mujer se acerca a pedir ayuda o asistencia: Hospitales, Tribunales, Escuelas, Comisarías, etc.; por lo que dificulta la visibilización y condiciona la decisión de pedir ayuda de quien lo padece”, enumera Georgina mientras nos explica la importancia de, como materia preventiva, el establecimiento de la Ley Micaela 27.499 promulgada en el año 2019, en la que se establece la capacitación obligatoria y actualizada sobre esta problemática a todas las personas que se desempeñan en la función pública y todos los ámbitos institucionales, recomendando su aplicación también en los privados, a fin de contar con herramientas para prevenir, detectar, intervenir y modificar situaciones de violencia.

“Sabemos que la forma más eficaz es la educación”, expresa la especialista de manera determinante.

Ahora: ¿Qué hacer si detectamos una situación de violencia?

Para Georgina, “lo primero es siempre ponerse a resguardo y pedir ayuda, muchas veces la ayuda a la que recurrimos no es la ideal, pero el hecho de que alguien más sepa lo que está ocurriendo nos puede brindar una ventaja”, nos instruye.

Aclara, además, que: “si el riesgo es inminente recurrir al espacio más cercano que pueda darnos protección. Si lo que ocurre es una situación de maltrato crónico podemos solicitar ayuda en Comisarías de la mujer, OVD Oficina de Violencia Doméstica, o espacios terapéuticos especializados en el tema”, detalla.

En nuestro país, contamos con el número de asistencia telefónica 144, es gratuito y en que en caso de ser necesario deriva a los servicios específicos dependiendo el lugar que se encuentre la persona y la urgencia de la situación.

Noelia Sosa, 30 años, dos hijos. Hoy, muerta. (Imagen: Mumala Tucumán)

Estadísticas de femicidios:

En Argentina, el observatorio de femicidios, estableció el promedio de 1 una mujer asesinada cada 29 horas, aproximadamente, siendo que los hechos relevados en 2021 llegaron a ser un total de 336.

“Vale aclarar que un femicidio es la forma más extrema de la violencia de género”, nos dice Parente y el llegar al suicidio por la misma forma es parte del infierno en esta Pandemia Invisible; lo hizo Noelia, en Trancas, provincia de Tucumán. Cuando fue a denunciar no le quisieron tomar la declaración, mientras que al viudo sí. Está muerta, dejó dos hijos y cientos de malos momentos.

(Foto: Psicoactiva.com)

Deja un comentario