Desde el año 1992 por disposición de la OMS, el 10 de octubre se conmemora el día internacional de la salud mental con el fin de dar visibilidad y concientizar sobre los padecimientos psiquicos y la estigmatización que los reviste.

Como cada año, en esta fecha se nos presenta el debate sobre los factores necesarios a considerar para evaluar la salud mental de las personas y las comunidades.
Insistimos recurrentemente en la necesidad de pensar la salud mental como una construcción indivisible entre los aspectos bio-psíco-sociales, entendiendo que no hay salud física sin salud mental y viceversa; y que a su vez, no hay salud sin justicia social y sin necesidades básicas satisfechas, tanto las fisiológica como las socio-vinculares.

No podemos, en la sociedad actual y los entramados en los cuales nos encontramos insertos los seres humanos, hablar de salud mental sin evaluar los contextos laborales en los que transcurren nuestras vidas cotidianas, no podemos ignorar los contextos de incertidumbre socioeconómicos, locales y globales; y necesitamos remarcar la importancia y centralidad de la salud pública como recurso institucional para el abordaje de todas las patologías y problemáticas psico-sociales que atraviesan las personas así como las estructuras estatales y los ministerios, como voluntad y respuesta política para la intervención interdisciplinaria y resolución de las mismas.

En sociedades progresivamente más complejizadas y globalizadas, no podemos pretender buscar ni ofrecer respuestas aisladas, la construcción de la salud mental debe ser colectiva y evaluar tanto los aspectos individuales y localizados como las macro sociales y transversales.

La salud mental no solo debe comprender las patologías psiquiátrica diagnosticadas, sino también todo padecimiento de índole psicosocial del acontecer cotidiano que requiere fundamentalmente del acompañamiento de las diferentes profesiones formadas para ello.

La salud mental se construye a partir del acceso y el ejercicio de los derechos, la armonía y el disfrute, necesariamente debe incluir la gestión emocional, tanto como el pensamiento racional elaborado y crítico y las estrategias personales y comunitarias para enfrentar los desafíos de cada etapa de la vida en cada contexto específico.
Hablar de salud mental de manera aislada nos expone a tomar medidas erradas para prevenir el desarrollo de patologías y sobre todo a no poder detener el malestar que estás generan.

Exponer que la salud mental es un Derecho Humano universal nos posiciona en la obligación de actuar en consecuencia desde cada ámbito conforme a nuestra praxis, desde los equipos intervinientes en las diferentes problemáticas psíco-sociales.

La calidad de vida y el bienestar individual y comunitario son las principales medidas de prevención, así como el desarrollo de vínculos saludables y el acceso a los cuidado necesarios. Son fundamentales, por ello, las políticas públicas inclusivas que amplíen siempre el acceso a los derechos, la asistencia, y la presencia del Estado como garante de estos derechos.

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