No es psicopatología es violencia patriarcal

Tras años trabajando en la temática, lo que más nos ha costado entre tantas aristas que abordar, es el permanente intento de psicopatologización de las dinámicas de violencia. Esto ha ocurrido desde los inicios de la asistencia de esta problemática, de la cual hoy conocemos su origen social y educativo. Vivimos en una sociedad patriarcal dónde se ha enseñado -y aún se lo hace- al varón a ser agresivo como muestra de virilidad y en demostración de su estatus de poder, que por supuesto también responde a las estructuras capitalistas. El sistema de organización patriarcal es la categorización social en base al género y edad pero también estatus o posición económica ya que su fin es ser funcional a la organización que impone el capitalismo, por eso no nos extraña que sea mayormente el varón quien ejerza violencia en todas sus formas y que esta varíe según las condiciones concretas de existencia que este posea.

En cada caso debemos ser absolutamente cuidadosos a la hora de analizar, para informar o intervenir. Claro que existen las psicopatologias, sin embargo, frente a los casos de violencia hay que analizar muy minuciosamente categorías como la intencionalidad, la premeditación, la explicación que el propio agresor brinda de los hechos ocurridos, y sobre todo la direccionalidad. Una persona que porta una patología, la vive en todos los ámbitos de su vida, sin embargo, la persona que ejerce violencia, utiliza la agresión con un fin, el de imponer su voluntad de manera conciente y dirigida, por lo que explicar la internalización de estos mecanismo requerirá del análisis de su historia de vida familiar, social y otros factores subjetivos como del análisis de su personalidad.

Esta direccionalidad de la que hablamos en estos comportamientos, genera que quien ejerce violencia, tenga claros los límites y los riesgos de sus propias conductas, es decir que seguramente no lo harían frente a un poder superior, por ejemplo la policía u otra autoridad. De todos modos, insistimos en que cada caso requiere ser evaluado en sus propias dinámicas y no de forma aislada, que es lo que muchas veces ocurre cuando se piden solo pericias psicológicas, ya que el contexto y las redes vinculares pueden decirnos mucho de la construcción subjetiva e inter-subjetiva de una persona.

Psicopatologizar o patologizar un acto violento suele incurrir en quitar la responsabilidad y la voluntad sobre el hecho, y justamente lo que buscan estos comportamientos es imponer la voluntad a cuestas de la voluntad ajena. Patologizar es convertir al protagonista en un enfermo que requiere ayuda en lugar de reconocerlo como un sujeto capaz y sano, producto de un entramado de dispositivos socioculturales que requiere límites desde autoridades superiores para evitar que dañe o continúe dañando a la o las víctimas.

Consideramos que todas las personas pueden requerir asistencia terapéutica, claro, eso es un derecho para todos los sujetos, la salud mental no se trata solo de un beneficio que se adquiere bajo un diagnóstico, las personas que ejercen violencia tienen derecho y ojalá también obligación de realizar tratamiento acordes a su situación, enfocados y especializados en la deconstrucción de las dinámicas dañinas internalizadas como modelo de vínculo social, donde rever las estructuras de poder, los modos de comunicación, la inhabilidad social y falta de empatía; sin que ello signifique una des-responsabilización de sus actos y las consecuencias de los mismos.

El objetivo de violencia es por un lado la imposición de la voluntad, sintiéndose victoriosos y triunfantes en una demostración de poder dónde las cosas finalmente son como quien ejerce la violencia cree -demostrar su poder e imponer su razón-; y por el otro, un mecanismo de explosión emocional ante la imposibilidad de manejar la frustración, es decir que resulta bastante reaccionaria ante cualquier estímulo que no responda a sus modelos o matrices de pensamiento, cualquier cosa puede activar está respuesta, que surge como correctora de lo que para estas personas “debe ser”, entonces funciona para ellos como un adoctrinamiento, y aquí entra desde la violencia psicológica, los femicídios, los crímenes de odio llamados “raciales”, y las mal llamadas fobias que también son crímenes de odio, la xenofobia, gordofóbia, homo o transfóbia, etc. Son crímenes de odio constituidos legítimamente en los procesos educativos, como producto de los dispositivos de estratificación y control social. 

Por supuesto es mucho más profundo y sin caer en brindar respuestas simplistas para un medio de comunicación, intentamos aclarar los rasgos más importantes para la comprensión de esta problemática tan severa, compleja y multifactorial.

También vemos diagnósticos descontextualizados en los medios de comunicación, sin haber sido parte de un proceso terapéutico ni de las pericias y guiados solo por la información que los mismos medios ofrecen, se realizan análisis que sostienen diferentes creencias sobre la violencia y agresividad desde teorías que hoy ya han sido superadas desde perspectivas psicosociales bastante más complejas que solo la personalidad o solo el entorno, comprendiendo la permanente relación dialéctica en la conformación de cada sujeto dentro de cada grupo modelandose y modelando las dinámicas sociales en las cuales se insertan.

Desde el marco de la ley muchas veces ocurre lo mismo, aún cuando se realizan pericias se hacen recortes aislados y se juzga en base a lo establecido, las normas sociales son fundamentales para la vida en armonía y seguridad, pero también deben considerarse en equidad. Por otro lado, hace rato que venimos cambiando la perspectiva, la ley debe adaptarse a las necesidades de las personas y la sociedad y no las personas a una ley que legitime la desigualdad, vulneración y padecimientos. 

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