El Patrón de estancia (made in argentina).
Por Hugo Bertone: https://hugo-bertone.webnode.es/
En 1999, fin de siglo en el cual el ” Posmodernismo ” definido por Lyottard se encontraba en su máximo tope, surge una idea en Países Bajos, sociedad compleja si las hay debido al sostener el otro limite social: tener casi todas las situaciones resueltas.
En el lugar citado, a Jon De Mol, empresario de los medios de comunicación y millonario, se le ocurre mostrar la telerrealidad, juntar a diversas personas durante tres meses dentro de una casa, y que los mismos se expulsen entre si, intentando lograr un impacto general y popular que lo llevo a vender perfectamente su producto a otras latitudes y a incrementar aun mas su capital, extrayendo prácticamente la idea, de aquel eximio relato Orwelliano llamado 1984.
De modo certero este formato prendido, pegó fuerte en nuestra sociedad casi Voyeur, que ama “espiar” los procederes y vida ajena, que realiza hasta posgrados de lo conocido como chismerío, que se regodea viviendo vidas ajenas, que posee gran trascendencia a través del interés hacia el mundo del espectáculo y las miserias de quienes lo integran. El producto parece estar hecho a la medida de nuestra idiosincrasia.
Desde aquel fin de siglo hasta ahora, la comunicación ha cambiado. El rating que viene en caída en los servicios análogos, el auge del streaming y sus diversas propuestas y la omnipresencia de redes sociales pone en jaque a aquellos imperios que en baja total vienen manejándose de cara a un futuro diferente y casi distopico.
“Hermanitos” devenidos en jugadores de un juego que no se comprende. Sesiones ininterrumpidas que muestran las condiciones de vida de cualquiera de nosotros. Personas dedicando gran cantidad de tiempo a observar cómo duerme una persona.
Todo pasquín periférico televisivo tematiza acerca de la novedad no tan nueva.
El trascender de aquellas personas que acceden a alienarse durante un tiempo para lograr “ser parte del mundo de las estrellas” polemizan situaciones extremadamente nulas y sin contenido, y hasta se trenzan en eternas discusiones.
Con improntas de estos tiempos, la nueva versión de Gran Hermano es igual a las anteriores: la repetición, la estereotipación y la serialización son sus características típicas, y de la misma surge un personaje que ha capturado y cautivado a un importante segmento de la audiencia. Walter Santiago es su nombre. Casi un patrón de estancia. De osamenta robusta y postura controladora y hasta abusiva, el señor en cuestión, una suerte de adulto sin infancia, un Don Fulgencio típico más, logra hegemonizar la edición en su derrotero de producir amores y odios a la audiencia cautiva.
Su representación publica mediante el certamen lo convierte en un paradigma casi clasista, representante de un enjambre social difícil de definir. El adolescente eterno, practicando el vampirismo intentando rodearse y ser parte de la juventud eterna que busca casi de modo instintivo dentro de una casa particular. Su proceder es algo así como el de representar un patriarca que todo lo vivió, todo lo sabe, y todo lo conoce. Y sus interlocutores muchas veces escuchan sus manifiestos, casi de Gurú tercermundista y así continua la producción facturando mediante un producto que no requiere una eximia y compleja producción, pero que lleva al producto a ubicarlo entre lo mas visto de la actual decadente y somera TV Argentina.
El staff se arquitecta con una ex diputada que juega al rol de “Madre” de los chiquitos, dos jóvenes que mucho no opinan, una niña que sueña con ser “Cinderella”, una pianista que busca fama a través de consagrarse como …cantante de cumbia!, y otros personajes de relleno que no generan mucha actividad “Atractiva”.
Gran Hermano.
Concepto que nos refleja como sociedad. Legitima al espectador intentando convertirlo en “Protagonista” del evento denominándolo “Soberano” y que el mismo decida quien se queda y quien se va, intentando que construir una Estrategia para que puedan decidir mediante tenerlos cautivos y que observen los juicios de verdad o mentira que elaboran los participantes.
Dantesco, si, sin lugar a dudas.
Un Panóptico trimestral que vuelve cuando las naves se hunden.
Un simulacro de la realidad. Conflictos. Confesiones intimas. El regodeo del espectador ávido de querer sabes mas y mas de la vida de los eternos fulanos.
Un programa que aplica la lógica sociológica que enuncia la metodología del vacío existencial y el ser en si mismo que muere por integrar “La casa mas famosa del mundo” verse y ser visto por los demás, constituye la construcción efectiva y necesaria. El “ser para pertenecer” a su máxima expresión.
Entre tanto, los telespectadores, los jóvenes que insisten en creer que ser es ser visto por televisión, y los gerenciadores de la programación televisiva optan por otros tipos de formatos como “Operación Triunfo” “ Talento Argentino” o “la voz de pirulo”, formatos más adecuados para dar cuenta de la demanda social por la fama televisiva en una sociedad cuya actualidad se define entre el espectáculo y solo observarlo.
Pero cuando las cosas vienen mal, recurren a la anestesia mas gigante de la televisión contemporánea.
La misma volvió, con el patrón como novedad absoluta, aquel que jamás estaría con una mujer de su edad, aquel que representa una generación dañada por la superficialidad y lo mediocre que produce la inconciencia.