Artritis Psoriàsica: enfermedad invisible del siglo 21

Las enfermedades crónicas requieren de cuidados permanentes e implican cambios en el acontecer cotidiano personal y del entorno inmediato. Esto afecta directamente las emociones de quien lo padece y su grupo socio afectivo. Por ello, es importante el abordaje integral y especializado para la recuperación de la calidad de vida y frenar el deterioro psico-físico que puedan generar las modificaciones anteriormente mencionadas.

Para alcanzar el diagnostico diferencial certero, deberemos atravesar por toda la batería de estudios clínicos, análisis de sangre con valores inflamatorios y placas RX entre otros.

Para alcanzar el diagnostico diferencial certero, deberemos atravesar por toda la batería de estudios clínicos, análisis de sangre con valores inflamatorios y placas RX entre otros.

El 29 de octubre se conmemoró el día mundial de concientización de la enfermedad autoinmune Artritis Psoriásica, la variante menos habitual de artritis. Más del 3 % de la población mundial – millones de personas- padece psoriasis y aproximadamente el 30 % de esas personas desarrollarán Artritis Psoriásica.

Esta patología, historicamente vinculada a la tercera edad, ha ido disminuyendo el rango etareo en que se manifiesta y diagnostica. Actualmente, la edad promedio de diagnóstico de la Artritis Psoriásica son los 30 años, con una tendencia predominante en pacientes mujeres.

Estas enfermedades denominadas autoinmunes pueden ser pensadas como una falla adaptativa metabólica, sumamente vinculada al estrés crónico. Las situaciones estresoras que enfrentamos en nuestras vidas cotidianas nos incitan a producir cortisol y noradrenalina en exceso. Estás hormonas son necesarias para ponernos en alerta, sin embargo deben disminuir para recuperar nuestra homeostasis. 

Cuando convivimos con situaciones de estrés, tenemos diferentes herramientas personales y socio culturales para su afrontamiento. Pero ocurre que muchas veces, esos niveles de hormonas producidas por el estrés superan lo que podemos metabolizar y entonces nuestro cuerpo comienza a incorporarlas a diferentes funciones orgánicas generando daño. Este grupo de enfermedades autoinmunes, entran dentro de la categoría denominada “Síndrome General de Adaptación”

El camino al diagnóstico suele ser largo y complejo, debido a que los primeros síntomas suelen ser inespecíficos: Malestares generalizados o focalizados y cambiantes, es decir, que al malestar físico general y al cansancio que pareciera ser injustificado, se suman focos de dolor e inflamación que van rotando; mientras que una mañana me duelen las plantas de los pies, por la tarde no puedo mover un brazo y a la noche la inflamación en una mano no me deja dormir. 

Esa inespecificidad para el ojo improvisado o para la mirada de quien comienza a sufrirlo, será clara y específica sintomatología para las médicas y médicos especializados. Cuando finalmente nos enfrentamos al diagnóstico, nos tocará aceptarlo y en ese aceptar, estamos quienes hemos encontrado un alivio al tener finalmente una causa coherente, que explica todo aquello que sentíamos y no podíamos expresar.

Para otras personas en cambio, el diagnóstico no es fácil de digerir, porque ello conlleva no solo medicación fuerte para impedir el avance de la enfermedad que es progresiva y discapacitante, sino también, para controlar la sintomatología amplia y variada. Aunque allí no termina el recorrido, a la medicación se le suma la modificación en muchos hábitos cotidianos, la cantidad y calidad de las actividades que realizamos, los cuidados del impacto de las mismas, en el calzado como las prendas que vistamos, e incluso de los alimentos que consumimos.

Woman tired with shoulder pain
La edad de diagnóstico de la Artritis ha ido disminuyendo, predominando actualmente pacientes mujeres a partir de los 30 años.

El diagnóstico nos invita a poner freno en un mundo que no se detiene y no nos tendrá paciencia, entonces tendremos que explicar a una y mil personas que iremos más lento, que nos cansaremos y deberemos parar, pero ello no nos hace menos capaces. Hay entornos más amenos que acompañaran este proceso pero tantos otros que no lo entenderán y nos exigirán o intentarán desmerecernos.

Al tratarse de una enfermedad invisible puede arrastrar situaciones de descreimiento y discriminación -Yo misma las he vivido y se lo duro que puede ser tener que explicar que mí cuerpo muchas veces no acompaña mis capacidades profesionales o laborales y nada tiene que ver con falta de esfuerzo o voluntad-. Sin embargo, también es real que el cansancio y el desgano generalizado es una de las consecuencias de esta enfermedad y ello es algo que no podremos controlar y con lo que luchamos cotidianamente. 

Tendremos épocas más livianas y hasta podremos llegar a la denominada y tan deseada remisión, lo que no significa que no podamos recaer en alguna crisis o que no convivamos con molestias, dolores e inflamaciones aleatorias.

Cuando atravesamos las llamadas crisis de la enfermedad, el malestar físico puede y generalmente es así, acompañarse de padecimiento psicológico y hasta depresión, que no es lo mismo que tristeza, sino una patología específica que acompaña los impedimentos físicos.

A lo largo de los días escucharemos todo tipo de historias, del “tío de la vecina de una amiga que tuvo lo mismo y se curó con tal o cual cosa“, nos agotarán los consejos de lo que debiéramos hacer para sentirnos mejor, “no tenes que estar mal” y hasta nos enojará que nos pregunten 15 veces como nos sentimos, porque generalmente nos acostumbraremos a responder que estamos bien, aunque convivamos con una enfermedad sumamente cambiante, dolorosa y cansadora.

Pero como la vida sigue, continuamos disfrutando del cotidiano, y en esa contradicción seguimos avanzando, entre los momentos gratificantes de nuestras vidas y las interrupciones no deseadas de una enfermedad crónica. Por supuesto nunca faltará quien piense que exageramos, que nos aprovechamos de nuestra condición -quienes la padecemos sabemos que algunos días quizás ni agarrar un vaso con la mano podemos, o mantenernos un rato en pie-, y hasta nos lo expresaran de manera más o menos sutil, lastimándonos o al menos incomodándonos.

Conocer sobre las enfermedades que portamos nos darán ventajas sobre ellas y podremos ampliar nuestro bienestar. Por ello, frente a cualquier diagnóstico se recomienda una charla con profesionales especialistas acerca de los factores de riesgo, las actividades recomendadas, la alimentación aconsejada, los tratamientos posibles y los chequeos periódicos que se debe realizar.

En el caso de la artritis se recomienda realizar actividades físicas para mantener la movilidad y flexibilidad en las articulaciones, pero que este sea de bajo impacto: caminatas, natación, baile, entre otras. La alimentación también debe ser orientada por un profesional que conozca la especificidad para conformar con cada persona una dieta antiinflamatoria que se amolde a los gustos y necesidades.

Descansar bien es la principal indicación médica y como si fuera fácil, estresarse lo menos posible. Finalmente los tratamientos actuales son muy variados y no todos aplican a cualquier persona con esta enfermedad ya que habrá que evaluar el resto de las condiciones orgánicas. Se ha avanzado mucho en los últimos años en la aplicación de tratamientos denominados biológicos que son menos dañinos para el funcionamiento orgánico general, sin embargo requieren de otros cuidados ya que resultan inmunosupresores.

En la actualidad existen organizaciones para el abordaje integral de la enfermedad y también espacios de contención y apoyo mutuo en grupos y redes sociales integradas por personas que padecen está patología, dónde facilitan información y socializan recursos para los tratamientos.

Licenciada Georgina Marcela Parente @licenciadaparente

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