Fuego Eterno, la memoria ardiendo en la pantalla 

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Raymundo Gleyzer, cineasta y documentalista argentino, fue secuestrado el 27 de mayo de 1976 por la dictadura militar en la ciudad de Buenos Aires. Fue llevado al campo de detención El Vesubio, donde fue torturado y desaparecido. En 2011 y 2014 los juicios contra ese centro de detención, culminaron con la sentencia de sus responsables. En su honor se estableció en Argentina el 27 de mayo como el Día del documentalista.

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FUEGO ETERNO

Dirección: Cynthia Sabat 

Un viaje entre Buenos Aires y Nueva York. Juana Sapire regresa a la ciudad de la que tuvo que exiliarse en 1976 para testimoniar en un juicio histórico por la desaparición de su esposo, el militante y cineasta revolucionario Raymundo Gleyzer. Su hijo Diego, aunque con pocos recuerdos de su padre, evoca su infancia y considera que el perdón es lo que lo ayuda a seguir.

La imagen de Juana Sapire en Nueva York es el comienzo de esta paradoja fílmica. La presentación de la mujer de Raymundo Gleyzer, ante justicia argentina, es el pretexto para su encuentro, en un recorrido íntimo y motivacional, con Cynthia Sabat. Ella y su hijo residen en los EE. UU desde su exilio. Esta es la moraleja de una vida llena de identidad y compromiso y una postura política revolucionaria y humana. Sobre todo, de su capacidad para encontrar las historias que marcan el pulso histórico a lo que vive.  

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La película es un registro audiovisual hecho con la ternura necesaria que genera la admiración por el protagonista omnipresente. 

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La obra de Gleyzer apunta a los poderes y sus abusos en todo orden, pero sobre todo es su mirada del cooperativismo social la que lo ennoblece. La nieve del Norte acompaña desde las ventanas de un auto que recorre la gran ciudad y es en sí misma una mirada política, retrata esa vida cosmopolita en la que intuimos Raymundo buscaría cicatrices y heridas. 

La película hace foco en la Madre e Hijo del cineasta desaparecido. Este con admiración, relata recuerdos que todavía sostiene con esfuerzo. Ella sonríe, se muestra entera y con la fortaleza y el convencimiento de una conducta que atravesó la tragedia. Su testimonio es reparador para con su marido y para sí misma. Con total tranquilidad la cámara nos refleja el momento en el que declara ante los jueces. La secuencia cierra con los testimonios y nos convoca a ver el material de un artista militante y sobre todo extremadamente talentoso. 

Hay una paradoja que le hace un guiño a la historia de Raymundo, su hijo muestra a su bebe e intenta que hable a la cámara, pero este lo hace en inglés, casi como un sello del desmembramiento que toda una cultura padeció, de un poder militar decidido a mutilar impunemente cualquier actitud política solidaria, tanto en hechos del pasado o en la construcción de un futuro.  

Actores: Diego GleyzerJuana Sapire

Director / Directora: Cynthia Sabat

Genres / Categories: Raymundo Gleyzer

2012ArgentinaATPCortometraje documental

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Ser un cineasta es una tarea que implica sensibilidad y la construcción de mundos reales o fantásticos que exponen conductas y situaciones. GLeyzer era un artista de la cámara, no solo por lo que hizo con ella, sino por la mirada con la que atravesó sus lentes

Artemetraje.com.ar

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Compañero Raymundo

Entrevistamos a Cynthia Sabat, periodista y coautora, con Juana Sapire, de “Compañero Raymundo”, editado por Sudestada (2017).

-Gleyzer es un emblema del cine documental en nuestro país, cómo surgió la idea de rendirle homenaje en este libro? ¿Cómo fue trabajar junto a Juana Sapire?

-Juana tenía la idea de plasmar sus memorias desde hacía varios años. Me contactó por redes sociales y nos hicimos amigas, y un día me dijo que la había convocado por primera vez la justicia argentina para dar su testimonio sobre la desaparición de Raymundo. Me dijo que viajaría desde Nueva York especialmente para esto, y que quería pedirme el favor de hospedarse en mi casa. Le dijo que sí, y la acompañé aquel día de 2010 a Comodoro Py. Después de ese hecho trascendental para ella, me comentó su idea de trabajar juntas en un libro. De a poco comenzamos a darle forma a la idea.

Presentamos el proyecto al INCAA pidiendo ayuda para solventar mi pasaje a Nueva York. Liliana Mazure (en aquel momento presidenta del INCAA) nos otorgó esa ayuda que fue el puntapié inicial. Pasé tres meses conviviendo con Juana y escribiendo juntas todos los días. Esto se volvió a repetir tres años más tarde. El trabajo fue muy intenso. El libro estuvo terminado en 2015, y fue publicado por el INCAA en su colección “Hasta la memoria siempre”, junto a la obra completa restaurada de Raymundo.  

-Sos agente de prensa, trabajás con cineastas todo el tiempo, ¿cómo ves el panorama del documental en los últimos años en la Argentina y cómo crees se ve representado en el exterior?

-Creo que el documental argentino es de lo más rico del cine argentino. De hecho, es mucho más interesante que la ficción. Veo un estancamiento en la búsqueda de las ficciones a nivel narrativo, mientras que el documental siempre encuentra nuevas formas, especialmente en su cruce con otros géneros (con la ficción, el cine experimental, la danza, el videoclip, el teatro, etc). Noto una diversidad temática y estética muy interesante en los documentales, y especialmente mayor ambición y una fortaleza y lucidez grande en los directores, que buscan todas las maneras posibles de concretar sus proyectos con la mayor independencia. Esta calidad se ve reflejada en la atención que concentran los documentales argentinos en los festivales más prestigiosos del mundo.   

-¿Cuál es el legado que nos deja Gleyzer como documentalista y, sobre todo, como ser humano?

-Gleyzer nos dejó un legado enorme. Nos dejó sus películas, pero además nos dejó su historia de vida, que es la de un hombre común que se animó a hacer cosas extraordinarias, que es la de un hombre que era un gran compañero. Gleyzer tenía conciencia de que la vida de un hombre era menos que la causa que defendía, por eso nos dejó esa frase que dice “Nosotros no hacemos films para morir sino para vivir, para vivir mejor. Y si se nos va la vida en ello vendrán otros que continuarán”. Creo que su figura sigue inspirando hoy, a 44 años de su secuestro, a cineastas no sólo en la Argentina sino en todo el mundo

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Raymundo Gleyzer 

Nació en Buenos Aires en 1941. Creció en el seno de una familia de origen judío, y de joven se interesó en la fotografía y en la política. Estudió cine en la Escuela de Bellas Artes de La Plata, y dejó los estudios para viajar al nordeste brasileño a filmar su primer cortometraje, La tierra quema (1964).  

Dirigió films etnográficos, como Ceramiqueros de Traslasierra (1965) y Pictografías del Cerro Colorado (1965). viajó a México para filmar su primer largometraje: México, la revolución congelada (1971). Su conducta política lo llevó a unirse al PRT-ERP. En 1971 dirigió Swift, sobre el secuestro del cónsul inglés. Más tarde dirigió Ni olvido ni perdón, film sobre la fuga del penal de Rawson y la Masacre de Trelew, el 22 de agosto de 1972. 

Raymundo Gleyzer creó el grupo Cine de la Base como forma de colectivizar esfuerzos ideas y resultados. El grupo produjo Los traidores (1973), película basada en hechos reales sobre la burocracia sindical. En 1974 el grupo filmó Me matan si no trabajo, y si trabajo me matan, sobre la huelga obrera en la fábrica INSUD, donde los trabajadores morían por contaminación por plomo en la sangre.