En Italia, los inmigrantes son necesarios, pero no bienvenidos
En colaboración con Agence France-Presse
Roma – En Italia, el discurso político de desprecio contra el inmigrante ha sido explotado por la extrema derecha durante toda la campaña electoral, pese a que se le necesita para el funcionamiento de la tercera economía de la zona euro.
“Debe entrar sólo el que tiene derecho. No necesitamos inmigrantes para poblar de nuevo a los pueblos”, clamó el 18 de septiembre Matteo Salvini, líder de la ultraderechista Liga ante unos 100.000 activistas. El exministro del Interior, procesado por bloquear los barcos de las ONG que rescataban inmigrantes en el Mediterráneo, retomó así una de las banderas favoritas de la extrema derecha, a pesar de que la mano de obra del inmigrante resulta clave para mantener la economía.
Tanto Matteo Salvini como su aliada en las elecciones legislativas del 25 de septiembre, Giorgia Meloni, líder del posfasciata Fratelli d’Italia (Hermanos de Italia), destacaron su deseo de cerrar con candado la península ante la llegada de migrantes.
Salvini inauguró su campaña electoral, a principios de agosto, visitando la pequeña isla de Lampedusa, emblema de la migración ilegal debido a que cada año recibe cientos de barcazas cargadas de miles de inmigrantes provenientes de África. “Lampedusa no puede ser el campo de refugiados de Europa”, lanzó.
Para el sociólogo Maurizio Ambrosini, la idea es la de asociar el flujo de inmigrantes con los desembarcos. “En realidad el número real de inmigrantes se ha mantenido estable durante los últimos diez años en Italia”, explica en una entrevista el especialista en migraciones de la Universidad de Milán.
La favorita en los sondeos, Giorgia Meloni aprovechó a finales de agosto la violación cometida en Piacenza (norte) por un solicitante de asilo para comentarla ampliamente en sus redes sociales, desatando la indignación de la izquierda y de los moderados de centro.
Los dos líderes desean así entrar en sintonía con la mayoría de los italianos. Cerca del 77% considera que el número de inmigrantes es “demasiado alto”, según una encuesta de YouGov realizada en diciembre para varios diarios europeos, entre ellos el italiano La Repubblica. Una cifra diez puntos superior a la media europea. La mayor preocupación para los italianos es que, con la llegada de los inmigrantes, aumente la delincuencia (53%), en particular entre los votantes de Hermanos de Italia (76%) y de la Liga (67%).
“Lemas de campaña”
El Partido Democrático (PD, izquierda) y los de centro “ven a los inmigrantes como un recurso para la economía italiana”, pero “les resulta difícil hacerlo entender a sus votantes, sobre todo porque no es un tema popular”, lamenta el profesor Ambrosini.
De hecho, los inmigrantes representan un salvavidas para Italia, cuya población podría reducirse del 20% en 50 años, pasar de 59,6 millones de habitantes en 2020 a 47,6 millones en 2070, según las proyecciones del instituto nacional de estadística (ISTAT). Ese descenso va acompañado por un envejecimiento generalizado, debido a la caída de la natalidad y al aumento de la esperanza de vida en el país, apodado el Japón de Europa.
En un informe publicado en 2021, ISTAT advirtió sobre las dificultades en el futuro para financiar las pensiones y el sistema de salud. El mercado laboral hace uso masivo de la población migrante, sobre todo para trabajos poco cualificados en el sector agrícola, la construcción, el servicio doméstico y la hostelería.
Con 2,5 millones, los inmigrantes en situación regular representan cerca del 10% de la población activa, sin contar la inmigración ilegal.
Durante la pandemia de covid-19 salió a la luz la dependencia de la mano de obra extranjera. Ante el peligro de perder sus cosechas por falta de personal, los empresarios del sector agrícola tuvieron que alquilar aviones para traer a trabajadores temporeros desde Rumanía o Marruecos.
“En teoría podría haber encontrado trabajadores aquí, en Italia, pero los italianos ya no quieren trabajar en los campos o en los viñedos”, explicó entonces el enólogo Martin Foradori Hofstatter.
Lograr un equilibrio entre la cuestión humanitaria, los intereses del país y el principio de selectividad son “temas complejos que no se prestan a las simplificaciones ni a las consignas y eslóganes de una campaña electoral”, reconoce el profesor Ambrosini.
Por Gildas Le Roux