Día Internacional de la Salud Mental -10 de octubre
En este Día Internacional de la Salud Mental, es esencial recordar que el bienestar psicológico no puede construirse en aislamiento, ni mucho menos en un contexto de desolación y sufrimiento propio o ajeno.

La salud mental no se limita únicamente a la estabilidad cognitiva o emocional que permite a las personas desempeñar sus obligaciones cotidianas, sino que es un concepto amplio que abarca el acceso integral al bienestar en todos los ámbitos de la vida. Pensar en salud mental sin vincularla a la justicia social, a los derechos laborales, y a la satisfacción de las necesidades –tanto biológicas como afectivas– es un error común que debemos evitar.
Actualmente, uno de los mayores padecimientos de la sociedad se centra en el ámbito laboral, donde las altas exigencias de productividad y competencia se ven agravadas por la incertidumbre generalizada y la reducción de los derechos en estos sectores. Esto desencadena una serie de situaciones que afectan profundamente la salud mental de la comunidad, como la falta de descanso adecuado, la preocupación constante -rumia-, la necesidad de asumir más de una ocupación para llegar a fin de mes, sumado a la carga de las tareas hogareñas y familiares. Esta sobrecarga genera un malestar psicológico cada vez más visible, manifestándose en estrés crónico, ansiedad, agotamiento emocional y un deterioro general en la calidad de vida. La falta de políticas efectivas que promuevan el bienestar integral contribuye a que estas situaciones se perpetúen, afectando tanto la salud psicofísica como la cohesión social.
En tiempos de crisis económica, ajuste y hostilidad, frente a la falta de proyectos de vida que provee la posibilidad del estudio y la movilidad social ascendente, expectativas interrumpidas por decisiones políticas, la salud mental se vuelve un tema de urgencia que no puede ser ignorado. Sin embargo, en este contexto “fingir demencia” como actitud de evadir los problemas y las emociones que ellos provocan -mientras dure la tormenta- es una posición que no está al alcance de todos. Este intento de desmentida de la realidad solo se encuentra disponible para quienes tienen sus necesidades básicas cubiertas, mientras que aquellos que enfrentan la precariedad y el desamparo no pueden darse el lujo de ignorar una realidad que los envuelve. Fingir que todo está bien, habla de una falla grave en la salud mental del tejido social.
La falta de empatía en ciertos sectores de la sociedad y la indiferencia frente al dolor ajeno revelan una profunda deficiencia en la salud mental comunitaria. El no poder reconocerse en las experiencias del otro, el volverse insensible ante la necesidad o el sufrimiento, responde a déficits emocionales que afectan a la sociedad en su conjunto. La salud mental de una comunidad no se mide por el bienestar individual, sino por la capacidad de sus integrantes de solidarizarse y construir juntos un ambiente donde todos puedan prosperar.

Foto: UNAR Photo
La salud mental es un proceso colectivo, y ningún individuo puede aspirar a mantener una estabilidad emocional en un entorno donde imperan el padecimiento y la injusticia. Se requiere una mirada colectiva, integral y solidaria. Es necesario insistir que la salud mental requiere de justicia social, institucionalidad y políticas públicas, espacios de asistencia provistos por el Estado y las autoridades locales para garantizar el acceso a toda la población, fundamentalmente los sectores más vulnerados.
Lic. Georgina Marcela Parente