Ataque a La Tablada: la última acción de una organización guerrillera en Argentina

El Movimiento Todos por la Patria (MTP), liderado por Enrique Gorriarán Merlo, atacaba el 23 de enero de 1989 el Regimiento de Infantería Mecanizado 3 del Ejército. Hace 34 años, el Gobierno de Alfonsín se encontraba en sus últimos meses y el país soportaba una crisis energética en el contexto de una economía que se encaminaba a la hiperinflación.
22-01-2023 | 07:10

El Movimiento Todos por la Patria (MTP), liderado por Enrique Gorriarán Merlo, atacaba el 23 de enero de 1989 el Regimiento de Infantería Mecanizado 3 del Ejército, ubicado en la localidad bonaerense de La Tablada, donde se llevó a cabo la última acción emprendida por una organización guerrillera en la Argentina y que dejó un saldo de 41 muertos.
Hace 34 años, el Gobierno de Raúl Alfonsín se encontraba en sus últimos meses y el país soportaba una crisis energética con cortes programados de electricidad, en el contexto de una economía que se encaminaba hacia la hiperinflación.
Pasadas las 6, un camión de gaseosas, sustraído minutos antes por los atacantes en el Camino de Cintura, entró por el portón a la unidad militar con asiento en el partido de La Matanza, en el oeste del conurbano bonaerense.
Los guerrilleros lanzaron panfletos en la puerta del cuartel en los que se reivindicaba al coronel Mohamend Seineldín y al teniente coronel Aldo Rico, líderes de los levantamientos carapintadas que habían puesto en jaque a la administración radical en tres oportunidades (abril de 1987, febrero y diciembre de 1988, éste último apenas un mes antes de La Tablada).
De esta forma, los 46 atacantes del MTP planeaban generar confusión entre el personal militar al entonar consignas y vivas para los dos oficiales rebeldes, llegar al sector en el cual se encontraban estacionados los tanques y salir del cuartel a bordo de estos vehículos hacia la Capital Federal.
El denominado operativo “Tapir” debía concluir a media mañana y el objetivo de Gorriarán Merlo pasaba por alertar sobre la inminencia de un golpe de Estado por parte de los carapintadas.
El denominado operativo “Tapir” debía concluir a media mañana de ese lunes y el objetivo de Gorriarán Merlo -un exjefe del Ejército Revolucionario del Pueblo (ERP) que supervisó las acciones desde las inmediaciones de la unidad militar- pasaba por alertar sobre la inminencia de un golpe de Estado por parte de los carapintadas.
Los integrantes del MTP creían que cuando la población tomara conocimiento que estaba en marcha una intentona militar contra la democracia se produciría una insurrección popular que reclamaría cambios políticos de fondo.
Pero en su avance por el cuartel, los atacantes encontraron una férrea resistencia en el casino de suboficiales de la base, lo que generó una rápida intervención policial y el despliegue de más de 2.000 efectivos del Ejército, que cortaron cualquier posibilidad de repliegue.

En las primeras horas, reinó la confusión en torno a la autoría del intento de copamiento del cuartel, y sectores del oficialismo abonaban la hipótesis de que una acción carapintada se gestaba en La Tablada.
Pero, a las pocas horas, desde el Gobierno se reconoció que se trataba de un operativo del MTP, del que participaban antiguos militantes del ERP, la guerrilla que había operado en la Argentina durante los años 70`.
El Ejército rodeó la unidad y tendió un cerco sobre los atacantes, contra los que libró un combate que se prolongó durante 36 horas, con fuego de morteros y proyectiles disparados desde tanques.
El Ejército rodeó la unidad y tendió un cerco sobre los atacantes, contra los que libró un combate que se prolongó durante 36 horas, con fuego de morteros y proyectiles disparados desde tanques.
El saldo final del combate de La Tablada -que significó incluso el bautismo de fuego para la infantería mecanizada que no había sido empleada por el Ejército en la Guerra de Malvinas- fue de 32 militantes del MTP muertos, en tanto que los militares tuvieron siete bajas y la Policía bonaerense dos.
¿Cuáles fueron las verdaderas motivaciones que impulsaron al MTP, a realizar una acción armada contra el Ejército cuando las instituciones democráticas aún intentaban consolidarse?

Más allá de las hipótesis sobre un golpe cívico-militar que podía contar con el aval del candidato presidencial Carlos Menem, o las relaciones que tenía el entonces ministro de Interior, Enrique Nosiglia, con el dirigente del MTP Francisco Provenzano -capturado con vida en La Tablada, y luego desaparecido-, lo concreto es que se trató de una acción que debilitó a un Gobierno constitucional que travesaba una etapa crítica.
Dos de los juicios que siguieron como consecuencia del ataque al regimiento de La Tablada fueron observados en instancias internacionales, y las violaciones a los derechos humanos cometidas tras la recuperación del cuartel fueron investigadas en un proceso oral y público que se desarrolló en los Tribunales de San Martín.

Los juicios
El primer juicio por el ataque a La Tablada tuvo lugar ese mismo año y 13 militantes del MTP resultaron sentenciados el 5 de octubre, de forma sumaria y sin derecho a formular apelaciones, con penas que fueron desde la reclusión perpetua a los 11 años, en virtud de la Ley 23.077 de Defensa de la Democracia.
El segundo proceso oral y público se efectuó en 1990, y Guillermo Maqueda, juzgado bajo las mismas condiciones, recibió una pena de diez años por haber colaborado con el MTP.
El primer juicio tuvo lugar ese mismo año y 13 militantes del MTP resultaron sentenciados el 5 de octubre, de forma sumaria y sin derecho a formular apelaciones, con penas que fueron desde la reclusión perpetua a los 11 años.
Por esos procesos, el Estado argentino recibió una condena de la Corte Interamericana de Derechos Humanos (CIDH), y el presidente Fernando de la Rúa reconoció el incumplimiento del Estado argentino con las garantías del debido proceso.
En octubre de 2000, el Poder Ejecutivo impulsó un proyecto de ley para que los condenados de La Tablada pudieran presentar una apelación al cumplirse 10 años del intento de copamiento, y dos meses más tarde, De la Rúa conmutó las penas de los acusados y nueve de ellos recuperaron la libertad en 2001.
Entre los atacantes no hubo heridos, y cuatro de los integrantes del MTP que estuvieron en La Tablada se encuentran desaparecidos tras haber sido capturados con vida: Díaz, Iván Ruiz, Carlos Samojedny y Francisco Provenzano.
En octubre de 2000, el Poder Ejecutivo impulsó un proyecto de ley para que los condenados de La Tablada pudieran presentar una apelación al cumplirse 10 años del intento de copamiento.
Durante el juicio de lesa humanidad que se llevó a cabo en 2019, el ex suboficial del Ejército César Quiroga reveló que el Ejército “construyó una versión” sobre las violaciones a los derechos humanos que se cometieron tras la recuperación del cuartel.
Quiroga contó que en el juzgado de instrucción del juez Gerardo Larrambere, y ante presencia del fallecido fiscal Alberto Nisman -que era secretario del magistrado-, debió modificar en 1990 su declaración inicial y refrendar la versión de que los cuatro desaparecidos se habían fugado de la unidad en medio del combate.
Además, el sargento José Almada testimonió ante el TOF 4 de San Martín que hubo ejecuciones sumarias de varios de los militantes del MTP que fueron capturados con vida.
El 12 de abril de 2019, el ex general Alfredo Arrillaga fue condenado a prisión perpetua por los crímenes de lesa humanidad cometidos tras el copamiento del regimiento militar de La Tablada por el TOF 4 de San Martín
En el juicio, cuyas audiencias se celebraron ante el tribunal Oral Federal Nº 4 de San Martín, por primera vez se discutieron las responsabilidades de los militares en el hecho y se debate el rol del Ejército en la desaparición de José Alejandro ‘Maradona’ Díaz, quien se rindió junto a Iván Ruiz en la Guardia, cerca del portón de ingreso al cuartel. El fotógrafo Eduardo Longoni registró la escena. Los militares redujeron a Ruiz y Díaz y luego los llevaron hacia el fondo del predio.
Apenas 5 meses después del asalto al cuartel de La Tablada, 20 militantes del MTP fueron llevados a juicio y fueron condenados por violación a la Ley de Defensa de la Democracia. Los 13 militantes que entraron al cuartel fueron condenados a cadena perpetua por los delitos de asociación ilícita calificada, rebelión, usurpación de un cuartel, 11 homicidios, 12 tentativas de homicidio, 4 privaciones ilegítimas de la libertad, 3 lesiones graves y 8 lesiones leves más robo con arma de fuego. Otros 7 militantes del MTP recibieron penas de entre 10 y 25 años de cárcel.
Eduardo Longoni, fotógrafo y documentalista del episodio, vive y trabaja en Buenos Aires.

Después de cursar tres años de Licenciatura en Historia en la UBA, comenzó su actividad profesional como fotógrafo en la Agencia Noticias Argentinas, en la cual llegó a desempeñarse como Editor.
En 1987 creó su propia Agencia (EPD/PHOTO) realizando coberturas para publicaciones tanto nacionales como extranjeras. Sus fotografías, sobre todo las referidas a la violenta dictadura militar Argentina, han sido expuestas en Argentina, Brasil, Chile, Uruguay, México, Venezuela, Cuba, EEUU, Francia, España, Italia, Noruega, Suecia, Dinamarca, Bélgica, Egipto, Japón y la ex Unión Soviética. En 1981 fue uno de los fundadores de la Exposición El Periodismo Gráfico Argentino, la muestra de mayor prestigio del fotoperiodismo argentino.
Sus trabajos han sido galardonados con la Medalla de bronce en el Interpress Photo de Moscú (1985), el segundo premio del Concurso Jóvenes Latinoamericanos organizado por la OEA (1987) y el premio ADEPA (Asociación de Entidades Periodísticas Argentinas) al mejor trabajo de fotografía de prensa del año (1993). También en 2007 recibió el segundo premio de ADEPA por su cobertura sobre los 25 años de la guerra de Malvinas. En 2013 la Legislatura de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires le nombró Personalidad Destacada de la Cultura.
Eduardo Longoni vio a través del lente a un muchacho arrodillado y con las manos en la nuca frente a un fusil. La foto fue la prueba de que algunos guerrilleros se habían rendido y estaban con vida al momento de ser capturados. “Sólo deseaba que terminara el tiroteo”, recuerda.

¿Cómo fue la cobertura del hecho?
Ese día estaba en La Plata. En ese entonces era común que los carapintadas se amotinaran para exigir que los eximan de los juicios que se habían empezado a extender, luego del juicio a las juntas militares de 1985. Yo trabajaba como free lance para revistas de Brasil, como Veja, y algunas de Argentina, sobre todo de Editorial Atlántida (Gente y Somos). Fui lo más rápido que pude y apenas llegué a La Tablada me quedé en la calle, guarecido por el cordón de una vereda y en medio de un tiroteo feroz. Yo había cubierto todos los levantamientos carapintadas y sabía que entre los militares no iban a estar disparándose así, o sea que había algo extraño. Lo único que deseaba en aquel momento en que las balas me silbaban arriba de la cabeza, era que el tiroteo terminara, y obtener una posición para poder fotografiar el escenario de la batalla.
¿Recuerda el instante en que disparó la foto?
Cuando el tiroteo inicial fue apagándose, vi una construcción muy modesta que tenía una losa a medio terminar sobre la avenida frente al cuartel (Avenida Crovara). Le pedí, le rogué al dueño que me dejara entrar, con señas primero y luego a los gritos y en medio de los cañonazos. Ya llegaban las tanquetas que disparaban y hacían vibrar todo. No sé por qué, pero lo convencí. Subí por una escalera maltrecha y me encontré con una terraza sin defensas donde estaba apostado un francotirador del ejército. Hacía un calor insoportable, pero la única posición para evitar las balas era estar tirado cuerpo a tierra. Así estuve desde poco antes del mediodía hasta la noche. Era una posición incómoda, pero tenía una visión amplia de lo que pasaba. Tenía dos cámaras cargadas con diapositivas color. En una tenía una tele corta, y en otra un 300 mm con duplicador, un lente muy largo pero muy poco luminoso. Esperé toda la tarde el momento en que los dos bandos se juntaran delante de mí cámara.
Tras un bombardeo muy intenso, el edificio donde estaban atrincherados los miembros del MTP, se empezó a incendiar y estos comenzaron a saltar por la ventana, desesperados, vestidos de civil y en algunos casos con el torso desnudo. Aparecieron comandos del ejército que los fueron capturando de uno. Se escuchaban gritos, tiros y pedidos de auxilio. Todo mientras el humo se elevaba y el calor derretía todo.
En ese momento fotografié a ese muchacho, arrodillado con las manos en la nuca, en clara posición de rendición y siendo apuntado a pocos metros por un oficial del ejército con un FAL. También en la foto se observa a otro joven tirado boca abajo. En segundos aparecieron más oficiales y los llevaron caminando a punta de fusil hacia adentro del cuartel. Los fotografié hasta que los perdí de vista. Luego seguí fotografiando hasta que entró la noche y ya no podía hacer fotos.
¿Qué repercusión tuvo?
Yo no supe qué fotos tenía hasta no verlas publicadas en las revistas. Mucho tiempo después se supo que además de los muertos había desaparecidos. Me costó tiempo armar el rompecabezas. La serie de mis fotos fue llevada a la Comisión Interamericana de Derechos Humanos como prueba de que algunos guerrilleros se habían rendido y estaban con vida al momento de ser capturados. Mucho más tarde supe que el nombre de ese muchacho de rodillas y con las manos en la nuca era José Alejandro Díaz.
Aurora Sánchez Nadal, su madre, desesperada y buscando pistas sobre su hijo desaparecido, fue quien se contactó conmigo. Mirando juntos las diapositivas, que yo conservaba de aquel día pudimos reconstruir la serie de ocho fotos en las que se ve a los guerrilleros saltando del edificio en llamas, rindiéndose y siendo conducidos por oficiales del ejército hacia los fondos del cuartel. Es justamente la Corte Interamericana que intima al Estado a tratar el tema y a partir de esto comienza la batalla judicial para saber que paso con los 4 integrantes del MTP desaparecidos
Mirando la foto uno piensa en lo instantáneo que fue el hecho. Uno trabaja en automático, ve la noticia y acomoda la estética. Con los años es un oficio el aprender a ver. Arma esa inmediatez con pautas que ya están en su cabeza.
Mi lenguaje es la fotografía, ya sea en noticias o reportajes, lo vengo construyendo desde los 18 años. Soy un apasionado de mi trabajo y hablo y digo mejor desde una foto que desde palabras. Se termina volviendo tu idioma primario. Esto es algo que se hace para mostrar, para que se vea. Es desde vos para el otro.
¿Llega a pensar en imágenes?
Si es muy interesante eso que decís, yo siento que voy por la calle y tengo la sensación de estar fotografiando con los ojos. Voy encuadrando, recortando, partes de la realidad y las imagino en fotografías que podrían ser. Como docente que soy, pienso lo importante que es esto cuando se convierte en un documento gráfico de un hecho, cuando llega a ser una prueba judicial, un testimonio para evaluar la certeza de lo que pasó. Hoy en día, con la digitalización, que ha cambiado este lenguaje, se pueden trucar fotos. Esta de la que hablábamos es una analógica. Una diapositiva a color. La foto es testimonio de que algo pasó allí. El muchacho efectivamente se rindió. El oficial del ejército lo estaba mirando. Hay una parte de la realidad irrefutable.
¿Esta es la reivindicación del trabajo del reportero gráfico?
Allí el trabajo se justifica. Yo me siento más cómodo haciendo fotos en mi país, porque lo entiendo y lo conozco. Se dé su gente. En el extranjero saco fotos, pero son más una mirada estética y turística.
Creo que hoy en día estamos inundados de imágenes. Hasta hay que agregar las cámaras de seguridad que nos retratan. Vi a un jugador de fútbol italiano luego de hacer un gol pedir un celular y hacerse una selfie con la hinchada. Es la democratización de la imagen, pero es como si en la pintura bajaran los precios de los productos y los pinceles y aun así, no todos serían pintores. Todos pintarían, pero es la mirada la que construye. Cada uno pone la suya y perdura en el tiempo aquella que le agrega algo más a la herramienta, algo extra. Lo más importante detrás de la cámara son tus ojos y tu pensamiento.
La fotografía es un lenguaje que sacude, que puede emocionar, pero que tiene que estar en un contexto. Tiene que tener un contexto. Si yo muestro una fotografía de una señora con un pañuelo blanco a cualquier argentino va a decir que es una madre de Plaza de Mayo, pero si le muestro esa fotografía a un campesino en China va a leerla literalmente como que es una señora anciana con un pañuelo blanco, porque no va a leer ese contexto que le da sentido en Argentina.