Un dólar=un peso, en la economía argentina de los ‘90

Con la llegada de Domingo Cavallo al ministerio de Economía del primer gobierno de Carlos Menem se introdujo en la Argentina un término que ocuparía el centro de la escena política durante toda la década del ’90: Convertibilidad.

En efecto, en abril de 1991 se puso en marcha un nuevo plan económico de shock antiinflacionario que vulgarmente se lo bautizó con ese nombre y que consistió básicamente en la fijación del tipo de cambio por tiempo indeterminado a través de una ley sancionada por el Congreso Nacional. De esta manera la paridad Un dólar = Un peso, quedó anclada más allá de los avatares de la economía.

La sujeción del tipo de cambio venía a intentar paliar la tendencia irrefrenable de la economía argentina a la dolarización. Quizá como en ningún otro país de la región, la variación del dólar ha impactado en las últimas décadas sobre el nivel de precios internos.

Cada aumento de la cotización del dólar significó desde mediados de los ’70 el inicio de una espiral inflacionaria. Entonces la eliminación de la incertidumbre que producía la valorización de la divisa norteamericana fue pensada como un instrumento potente para lograr la estabilización. La convertibilidad no fue una política económica aislada, sino que formó parte de un conjunto coherente de medidas de corte neoliberal que no se puede perder de vista para intentar un análisis profundo.

Desde su asunción en 1989, el gobierno de Menem privatizó empresas en mano del Estado y concesionó todos los servicios públicos, se bajaron las escasas barreras arancelarias a los productos importados, se intentó controlar el déficit fiscal por la vía de la reducción del gasto público, se derogó buena parte de la legislación laboral como forma de contribuir a la baja del costo laboral, se redujeron los aportes previsionales patronales y se fundó un régimen mixto de jubilaciones…Argentina, como les gusta decir a los voceros del pensamiento “pro mercado”,se convirtió en un país de negocios…

En ese marco, la sujeción estricta de la variable cambiaria no significó otra cosa que la expropiación al Estado de una herramienta vital para la ejecución de políticas económicas.

La naturalización de la paridad cambiaría con el dólar generó una suerte de burbuja ficcional que trajo una serie de consecuencias muy graves para la economía nacional.

La pequeña y mediana industria prácticamente desapareció ante la irrupción indiscriminada  manufacturas importadas desde los puntos más remotos del planeta, lo cual redunda en una destrucción sistemática de puestos de trabajo. La convivencia de paridad cambiaria con tasas de rentabilidad financiera inverosímiles en los países centrales, sumado al casi nulo control sobre el ingreso de capitales, potenció la proliferación de inversiones especulativas que realizaron y exportaron rentas astronómicas sin aportar al fisco por la vía de contribución impositiva.

El “1 a 1” también favoreció que las grandes ganancias que produjeron las empresas extranjeras que recibieron la concesión de los servicios públicos, se tradujera sencillamente en dólares y fueran remitidas sin mayores obstáculos a sus casas matrices.

Otro elemento clave que hay que destacar para completar esta descripción panorámica de la economía argentina de la década pasada es el del fortísimo endeudamiento externo. La gran disponibilidad de capitales financieros internacionales a tasas de interés muy por debajo de las aplicadas a nivel local, produjo un endeudamiento externo muy alto tanto en el sector público como en el privado.

También fue muy fuerte el endeudamiento interno: el anclaje del precio del dólar posibilitó que amplios sectores de las clases medias pudieran tomar créditos hipotecarios para la compra de viviendas, automóviles y equipamiento hogareño.

En resumen podríamos decir que hasta mediados de la década la convertibilidad generó una economía dual, que a la par que se hacían grandes negocios, con una concentración de la propiedad inédita en la historia nacional, con un nivel de consumo de los sectores medios comparable al de los países industriales, pero con una creciente marginación social y una lenta pero incesante incorporación de trabajadores al ejército de desocupados que por aquella época ya rondaba el 20% de la población económicamente útil.

La convertibilidad, que fue un instrumento eficaz para controlar la inflación a principios de los ’90, a fines de la misma década ya se había transformado en una especie de trampa: la paridad cambiaria ya era insoportable por la asfixia que provocaba, pero una salida traumática del régimen de convertibilidad podría traer más males que beneficios por el nivel de endeudamiento en dólares.

El efecto más trascendente que tiene la aplicación del modelo de la convertibilidad es la imposición al Banco Central de renunciar a emitir moneda. Esto pone al dólar como una moneda paralela al manejo de la economía. Así la economía se alimenta por los capitales externos que puedan entrar. Cuando crece y necesita más dinero para poder hacer las operaciones, las transacciones, las compras – ventas, esto se da a través del ingreso de capitales del exterior que permite generar el circulante

Cuando las cosas empiezan a ir mal, y los capitales externos dejan de entrar, cuando la demanda de dólares de la economía, no tiene respuesta del exterior porque no hay quien preste, o por el contrario, los capitales que se originan en la Argentina se retiran y los depositan afuera, empiezan los problemas.

La respuesta del modelo de convertibilidad dice que aunque pase eso no se va a emitir. Así que la única forma es ajustar la economía por la recesión. Cuando cae la cantidad de pesos y dólares que tiene circulando y no ingresan capitales del exterior baja el nivel de la economía. 

Esto sucedió en principio con el llamado efecto “Tequila” en el año ’94, cuando los capitales de riesgo retiraron la plata. El ministro Domingo Caballo, hizo un último intento desesperado por salvar a su criatura – la convertibilidad – creando un nuevo engendro económico: el llamado Corralito.

Se trató ni más ni menos que de una drástica incautación de depósitos bancarios con el fin de paliar una gran corrida financiera producida desde mediados de 2001 y acompañada con su correspondiente fuga de capitales hacia el exterior. La suspensión de la devolución de los depósitos de los inversores privados fue una medida tendiente a sostener al sistema bancario que estaba al borde de una quiebra generalizada.

El momento tan temido de la salida traumática de la convertibilidad había llegado y El peso y El dólar ya no serían lo mismo nunca más

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