El legado de León XIII: sabiduría, diplomacia y modernización de la Iglesia que inspira al Nuevo Papa Prevost

Ciudad del Vaticano – mayo de 2025.
Entre los objetos más simbólicos del papado, el Anillo del Pescador que portó el Papa León XIII representa no sólo el sello oficial de sus documentos, sino el testimonio de un pontificado que marcó un antes y un después en la historia de la Iglesia Católica. Su liderazgo, que se extendió por veinticinco años, estuvo signado por una profunda reforma intelectual, una renovada proyección diplomática y una estrategia pastoral que enfrentó con realismo los desafíos del mundo moderno.
Desde su entronización en 1878, León XIII adoptó una actitud renovadora. A diferencia de su predecesor, prefirió alejarse de una postura meramente defensiva y abogó por reforzar las bases intelectuales del clero. En 1879, con la encíclica Aeterni Patris, impulsó la restauración del pensamiento tomista como eje filosófico de la Iglesia, nombrando a destacados cardenales dedicados exclusivamente al estudio, entre ellos el influyente John Henry Newman. También fundó centros académicos, un observatorio astronómico, y abrió los archivos del Vaticano a investigadores católicos y no católicos, reflejo de su confianza en el diálogo entre fe y razón.
Su papado fue austero, alejado del boato, lo que contrastaba con la profundidad de sus reformas. León XIII asumió que la Iglesia no podía permanecer ajena a los conflictos sociales de su tiempo. En 1891, mediante la encíclica Rerum Novarum, se convirtió en el primer Papa en abordar de forma sistemática la cuestión obrera. Criticó la acumulación de riquezas en manos de unos pocos y defendió el derecho de los trabajadores a recibir salarios justos y organizar sindicatos. Si bien se mantuvo firme en su oposición al socialismo y al liberalismo, propuso una tercera vía basada en la justicia social y la dignidad humana.
En el plano diplomático, León XIII se destacó por su habilidad para restablecer vínculos rotos. Su intervención logró atenuar el Kulturkampf, la política de represión al catolicismo impulsada por Otto von Bismarck en Alemania, y permitió una aproximación de los católicos franceses a la Tercera República. No obstante, mantuvo su firme rechazo al nuevo Estado italiano, instando a los católicos a boicotear la vida política nacional. En el escenario internacional, actuó como mediador en conflictos coloniales, como el de las Islas Carolinas entre España y Alemania, y facilitó diálogos de paz a finales del siglo XIX entre grandes potencias como Rusia y Países Bajos.
La reflexión política de León XIII, nutrida por las enseñanzas de Santo Tomás de Aquino, fue expuesta en la encíclica Immortale Dei, donde planteó la soberanía espiritual del Papa como equivalente a la soberanía política de los Estados. Esta doctrina consolidó el papel de la Santa Sede como un actor diplomático de relevancia en el concierto de las naciones.
Su mirada también se proyectó hacia América. Reforzó los lazos con la Iglesia estadounidense, apoyó la expansión del catolicismo en Estados Unidos y promovió un incipiente acercamiento ecuménico con anglicanos y ortodoxos. En paralelo, impulsó la acción misionera en África, sembrando las bases del catolicismo global del siglo XX.
Espiritualmente, promovió con fervor el rezo del Santo Rosario, al cual dedicó múltiples encíclicas. Su devoción mariana lo conectó profundamente con figuras como Santa Bernadette Soubirous, la vidente de Lourdes, a quien bendijo poco antes de su muerte en 1879. La Virgen del Rosario, con su simbología, se convirtió en una guía espiritual para su pontificado.
Un dato curioso ilustra el cruce entre tradición e innovación en su figura: en 1896, León XIII fue filmado, convirtiéndose en la persona con fecha de nacimiento más antigua registrada en una película. Nacido en 1810, su presencia en el incipiente cine fue una metáfora visual del tránsito de la Iglesia hacia la modernidad.
Durante su largo papado, León XIII nombró 147 cardenales en 27 consistorios, dejando una huella indeleble en la configuración del colegio cardenalicio. Su legado perdura como símbolo de sabiduría, moderación y apertura, valores encarnados también en el símbolo que portó en su mano: el Anillo del Pescador.