El derrocamiento de la institucionalidad
Las propuestas escuchadas preponderantemente durante la campaña electoral que atraviesa nuestro país, nos trae una peligrosa postura anti-institucional y anti-derechos.
Quien encabezara los resultados de las votaciones PASO (Votaciones Primarias Abiertas Simultáneas y Obligatorias), el candidato Javier Milei, propone una ruptura con la institucionalidad organizativa de la sociedad para dar paso a la lógica de mercado en su lugar.
La libertad que se promueve desde dicho espacio político, no es ni más ni menos, la libertad condicionada por el poder económico, y suena al menos ingenuo creer en un concepto de libertad descontextualizado de los determinantes sociales, que en definitiva enmarcan la capacidad de elegir de las personas a partir de sus condiciones concretas de existencia.
¿Negocio perverso o trampa de la derecha? Mientras la “libertad avanza”, el resto del panorama no difiere radicalmente de lo que ese modelo de país plantea. En el panorama de la “elección de tercios”, las posibilidades se resumen entre la derecha resurgida del voto bronca frente a un país endeudado por ellos mismos, una pandemia devastadora y un cambio climático casi irreversible que se ve impactado en los propios recursos del país, -entre otras cosas-, o una ultra derecha arrasadora anti-derechos que promete destruir cualquier avance alcanzado en materia de ciencia, legislación, inclusión y producción, contradictoriamente con su nombre.
Mientras tanto, con el diario del lunes y muchos profesionales alertándolo, los resultados de las elecciones vislumbran una identificación mayoritaria con una propuesta violenta y antidemocrática no solo en sus discursos sino también en sus formas, demostrando además un gran problema de salud psico-emocional en gran parte de la población.
Lejos de mitificar la salud mental, el contexto nacional nos alerta de una fuerte problemática psicosocial frente la naturalización de la violencia, sin ignorar que la violencia también se puede encubrir en modalidades amorosas, pero que claramente se refleja en discursos de odio, gritos, denigración, intolerancia, misoginia, homofobia, xenofobia, aporofobia y una clara imposibilidad de debate sin agravios y exasperación.
Mientras en las próximas elecciones se define el destino del país, no debemos olvidar que desde la institucionalidad se construye la salud psico-socio-emocional, desde el cumplimiento de los derechos humanos en su totalidad y los educativos y laborales en particular.
El acceso a la escuela pública y obligatoria, como una continuidad educativa de los hogares, debe ser garantizado por el Estado, así como la salud en su integralidad bio-psico-social que debe conllevar medidas económicas para asegurar la satisfacción de las necesidades básicas, pero que también brinde la posibilidad del disfrute, entendiendo como horizonte de lucha el acceso de oportunidades ya no como un intento por subsistir, sino para alcanzar la calidad de vida que todo ser humano merece, y que sin lugar a duda es la base para la prevención de cualquier otra problemática social.